La Rabia - Final

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No le quería coger pero sonaba y sonaba sin miramiento, no le importaba que fuera un domingo de mañana gris y con amenaza de nieve, el móvil seguía sonando, tenía a Neme, enroscada a su cintura besándole y chupándole. Así solía despertarle después de darle una noche de ajetreo mundano, como decía ella: "El mundo solo se mueve por dos cosas, el dinero y el sexo, pero como dinero no tenemos, pues dale al sexo".

- Cógelo que no hay forma de concentrarse - le dijo Neme.

- Edu, papá está muy mal, ven rápido.

Hacía tanto tiempo, que le costó reaccionar ante la nota que le envió Berta, desde lo de su padre al menos cinco años, y dos que pasó en la Comunidad, en total siete años sin saber nada de ella. Decidió ir a la cita y allí se presentó con puntualidad el día acordado. Tuvo que dar su nombre y quien le había citado a los ojos que se veían por la mirilla que se abrió en la puerta. Pasó por un pasillo, bajó unas escaleras y le franquearon la entrada a una sala grande, espaciosa, en la que había una barra de bar y mesas con farolillos esparcidas por la misma, media luz y cortinas donde se podían imaginar reservados. Hasta hacerse al ambiente no se dio cuenta de la puerta de al lado de la barra, por la que salió una mujer.

- ¿Eres Edu? - Le preguntó la mujer

- Sí.

- Te estábamos esperando, o mejor dicho, te espera. Tiene razón tu cita, pareces tímido. No te dejes amedrentar por el ambiente es solo descanso. Sígueme, no te separes que te pueden raptar. - Y le guiñó un ojo.

Berta, al verle entrar, se separó de la mesa del despacho y se le acerco esbozando una sonrisa, le dio un beso junto a los labios:

- Cómo has cambiado, más alto, más formado. Hace tanto tiempo, no sé si te ha parecido bien estar tanto sin vernos, pero para mí era imprescindible y así asimilar todo. - Le volvió a besar esta vez con abrazo incluido y apretándose a él con todo el cuerpo, le puso el pecho contra el suyo y mientras le besaba por tercera vez le acariciaba la nuca metiéndole los dedos entre el cabello. Naturalmente sintió que Edu, se excitaba y se sentía violento.

- Te he llamado porque me voy a ir de la ciudad y quiero despedirme de ti, además de pagar algunas deudas que tengo a medias contigo. - Se separó, y fue hasta un enorme sofá que había al fondo de la habitación, puso una rodilla en uno de los posa brazos y bajó la intensidad de la lámpara, de forma que la falda se le subió hasta más de medio muslo, dejando al descubierto el final de la media y el liguero. Volvió y le condujo hasta el sofá.

- Ven, siéntate, tenemos que hablar, pero antes, quieres tomar algo.

- No bebo casi, un poco de agua. - Dijo balbuceando.

- Está bien. - Le acercó un vaso que previamente había llenado de una botella de la nevera. - El incidente del pueblo, en Semana Santa, ¿Te acuerdas verdad? No fui yo, fueron los cazadores que equivocaron el sitio y el día. - Le rodeó los hombros y le dio un piquito en los labios. -Esa mañana yo sería para ti, pero el asalto no estaba previsto.

- ¿Entonces todos de acuerdo, yo un día y los cazadores otro?

- ¡Nooo! Esa mañana sería mía y tuya, no lo sabía nadie. - Y esta vez el beso fue en la boca.

Edu, aceptó el beso, y las caricias de la lengua que le recorría todo el torso, los pezones, el ombligo. La cogió por la cara volviéndola a besar buscando con su lengua los rincones de la suya, recorriendo con los labios todo lo larga que era y deleitándose con su sabor. Berta se separó sorprendida y de nuevo le dejo que le volviera a besar prestando su boca a los deseos de aquel depredador. La puso de pie abrazándola por debajo de los brazos y fue el cuello, la nuca, quien soporto aquel ataque de besos, sedientos mordiscos que sólo marcaban el lugar donde empezaba la degustación de la piel. Le desabrochó la blusa desde la espalda tocándole los pechos aún con el sujetador, sobaba y sobaba por encima y de vez en cuando metía sus dedos para tocar los pezones y pellizcarlos.

Berta se dejaba hacer, la quito la falda cuando estaba de cara a la pared, Edu, la miró dándole la vuelta y la vio desnuda solo con su ropa interior y los ligueros que la sujetan las medias hasta medio muslo, el color negro de las prendas realza su piel blanca dentro de la penumbra de la habitación. Berta se acodó sobre la mesa del despacho y mostró su culo sobre unos tacones de vértigo. Le siente lamer y meterse en la boca trozos de sus glúteos, jugar con sus dedos desde sus sexo hasta el culo, le suben oleadas de placer hasta su garganta que exterioriza con gemidos cada vez más profundos, no se podía creer lo que Edu, la estaba haciendo, sintió la saliva de su lengua en el hueco de su trasero, ¡la estaba dando un beso ahí mismo! No hay respiro, ahora le da la vuelta y la tumba en la mesa dejando su culo al borde de la misma, la coloca las piernas en sus hombros. Utiliza las yemas de los dedos para acariciar los bordes de su tesoro, meter su lengua llena de saliva y así saborear a la mujer que tiene a merced de su boca. Un ay largo y profundo recordando a una divinidad es el primer orgasmo de ella. Después de besarla y degustar sus pechos la lleva en brazos al sofá donde Berta le quita los pantalones dejando al descubierto su falo, una verga donde se marcan las venas y parece que va a despegar de su cuerpo como si fuera un proyectil.

- Espera mi amor. - Le dice Berta, mientras le aplica los labios a la puntita y absorbe todo el líquido pegado al glande. Le acaricia los genitales y recorre todo su pene con besitos, abrazando su totalidad con la boca. Sabe que no le queda mucho e insiste.

- Mi amor, tranquilo, respira mi amor, no te corras. - Saca de un cajón un dildo de cristal y acodándose de nuevo en la mesa le dice.

- Cariño tu por detrás.

Edu, aplica la crema con los dedos y condujo su miembro hasta meterlo en su totalidad, cada embestida era una liberación acordándose de los cazadores. Mientras Berta, se metió el dildo por delante, sincronizando los movimientos como si lo hubieran hecho toda la vida.

- Amor mío, ¡quédate! - Dice Berta, acortando la respiración mientras levanta el trasero para una mejor penetración.

Edu, desplomado encima de ella, muerde su nuca con mimo, ha quedado exhausto, era tanto su deseo por cobrarse aquella traición. La saca con cuidado para no hacerla daño, lame sus nalgas y saborea los jugos del dildo que ella le ofrece.

- Bésame más sucio adorable.

Fin.


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