Por sorpresa.

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Cada mañana la veía salir del agua cristalina del mar, cada tarde disfrutaba de verla dormir con esa preciosa cara de ángel y cada noche..., bueno, cada noche la imaginaba mientras disfrutaba soñando cómo sería poder estar con ella, compartir una noche o incluso solo unos minutos. Apenas un par de miradas furtivas que quería creer significaban algo, pero no llegaban a nada.

Pasaron las semanas y perdió la esperanza de poder tener algún contacto con ella, desapareciendo esa distancia que les separaba, aún estando a unos metros. Una noche unos amigos le invitaron a una fiesta y pensó que si no podía acudir con quien quería, al menos podría intentar conocer a alguien que no oprimiera su pecho desde que abría los ojos cada mañana; llego tarde, todos estaban ya allí, así que aprovechó para echar un vistazo rápido. Aquello era precioso, estaban en el jardín trasero de una casa que comunicaba directamente con la playa y la luna se reflejaba en las pequeñas olas que rompían en la orilla.

Fue hacia la barra improvisada, se sirvió una copa y al darse la vuelta en busca de sus amigos chocó con ella mojando parte de su impoluta falda blanca.

-Perdona, no te había visto... yo... -se sentía estúpido, < vaya primer contacto>-. Disculpa de verdad, ¿te ayudo a buscar algo para limpiarla?

-Sería lo mínimo. -César no sabía cómo interpretar su tono, no sabía si de enfado, indiferencia...

-¿Vienes o te vas a quedar ahí parado? -Las palabras de Celia le sacaron de sus pensamientos y fue junto a ella-. Vamos a la cocina, allí habrá algo.

Entraron en la cocina y Carlos les dijo que probablemente habría algo en el baño de arriba. Subieron las escaleras y ninguno de los dos pudo ocultar su cara de sorpresa. ¡Vaya baño! ¡Vaya bañera! ¡Menudo jacuzzi! César no lo pudo evitar y miles de imágenes comenzaron a invadirle, < lo que haría yo aquí, de cerca aún es más perfecta>.

-¡Eh! Vuelve, ¿normalmente eres así siempre?

-¿Qué? Perdona... estaba en otro sitio.

-Sí, sí no hace falta que lo jures. Ayúdame a buscar anda.

César simulaba estar buscando mientras abría los armarios, pero las imágenes se iban amontonando y sintió cómo entre sus piernas se podían oír los gritos ahogados por ella. < ¡Vaya con Carlos! Preservativos, juguetes..., ¿nos ha mandado aquí a propósito?>. Miró con disimulo a Celia y ella si no estaba pensando lo mismo, desde luego en su cara se reflejaba la sorpresa.

-Si que se lo pasa bien tu amigo ¿no? -César creyó ver una mirada insinuante mientras le miraba, pero seguía sin estar seguro si era producto de sus ganas de poder acariciar esa piel que parecía tan suave, esas preciosas y largas piernas y esos pechos hechos a su medida..., o de la realidad.

-¿Estamos en la edad no? -Sintió como el rubor bañaba su rostro sintiendo como su erección era más que evidente para ella que ahora sí, no dejaba lugar a dudas de estar mirándola fijamente-. No te cortas mirando ¿eh?

-Ehhh..., lo siento, no quería incomodarte, solo me ha sorprendido. -Celia se volvió y siguió buscando, aunque esta vez no le importaba si encontraría el antimanchas. < ¿De verdad se ha puesto así por mí, o simplemente por todo lo que tiene el anfitrión en su baño?>.

Sin fijar la mirada en nada, solo pensando en la erección que emergía bajo los pantalones de César, lo encontró.

-¡Aquí está!

-Espera espera, ¿qué haces? -Celia no sabía a qué se refería-. No puedes echártelo directamente, puede impregnarse en la piel y ser peligroso ¿no? Creo que es mejor que no lo hagas sobre ti..

-¿Insinúas que me la quite? -< No, sí va a ser por mí>-. No sé si es la mejor idea.

-Tranquila, yo espero fuera. -César salió del baño y esperó en el pasillo. < Ahora seguro que está solo con las braguitas y ese top que deja tanto a la imaginación, no puedo...>. Abrió la puerta despacio y vio cómo Celia se encontraba de espaldas, con unas preciosas bragas brasileñas e inclinada sobre el jacuzzi donde apoyaba la falta intentando quitar la mancha que él había provocado. < Ojala fuera otro tipo de mancha>.

-¡¡Eh!! ¿No ibas a esperar fuera? -A decir verdad, se había dado la vuelta sin ningún pudor disfrutando de cómo los ojos de César desprendían un deseo incontrolable-. Ni siquiera sé tu nombre.

César se acercó despacio, se puso frente a ella colocando sus manos sobre las pequeñas tiras de las braguitas y acercándose a su oído le susurro... < ¿Acaso eso importa?>... Un escalofrío recorrió el cuerpo de Celia de pies a cabeza y sintió como una corriente intensa se fijaba entre sus piernas. Notó cómo sus mejillas se acariciaban y las manos de César recorría suavemente sus caderas... < Si quieres que pare solo tienes que decírmelo>... Miles de preguntas recorrían la cabeza de Celia que no quería que desapareciera esa sensación pero no sabía si debía... <Ehh..., no sé, me gusta. Yo me llamo Celia>.

No se lo podía creer, ¿eso era todo lo que tenía que decir? < ¿Qué tengo quince años?>. Antes de que pudiera seguir pensando nada más, sintió cómo la mejilla de César se movía y sus labios se acercaban a los suyos despacio, sintiendo su respiración e impregnando todo su piel de un maravilloso olor que despertaba todos sus instintos; justo en la comisura se separó, y vio cómo se agachaba a encender el jacuzzi.

-Ya que lo tenemos tan cerca... lo mejor es utilizarlo ¿no? -Mientras hablaba sin dejar de mirarla, se quitó la camiseta y bajó despacio sus pantalones-. ¿Te ayudo?

Sin contestarle, Celia se quitó el top y César pudo ver cómo no llevaba sujetador y sus pezones erectos clamaban su lengua. Se bajó lentamente las braguitas y las apartó con sus pies ya descalzos. Estaba perfectamente depilada y al ver cómo se introducía en el jacuzzi César creyó morir observando a esa chica desnuda esperándole. Se deshizo de sus boxers y se introdujo con ella. Buscó sus labios, se enredó son su lengua y sintió cómo su erección estaba cada vez más preparada para ella. Recorrió su cuello con su lengua, bajo a sus pechos, rodeando sus pezones hasta morderlos suavemente mientras sus dedos buceaban entre sus piernas provocándola gemir en su oído. Abrió uno de los muebles y se colocó un preservativo; fue una primera embestida que sobre las burbujas les provocaron un placer indescriptible e intenso. Cada embestida era más fuerte y profunda mientras estrechaba sus pechos contra él. Celia se separó, introdujo su lengua apasionadamente entre sus labios y ambos se deshicieron gritando sin importarles nada más.


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