No tendría más de doce o trece años, pero el terror se reflejaba en todo su ser. Especialmente en el rostro, siempre el terror se refleja mejor en el rostro. Debería estar prohibido que un niño tan pequeño experimente esa carga enorme de pánico. Pensé que tanto miedo no cabía en un ser tan pequeño y mal nutrido. A pesar de sus escasas fuerzas, se le notaban bien las costillas, el pequeño corría y corría por el poblado, agitando todo su cuerpecito negro, perseguido por hombres, también de raza negra, que esgrimían bastones y gritaban. El niño estaba casi desnudo, los perseguidores lucían lamentables harapos.
Les advertimos que las imágenes que van a ver a continuación pueden herir su sensibilidad. Eso había dicho el presentador del telediario para asegurarse de que no íbamos a cambiar el canal de televisión. Yo tenía delante una lata de cerveza bien fresca y algunas gambas para acompañar la cerveza. La imagen me cogió de forma inesperada. No soy tan cabronazo para que lo que realmente me molestara fuese que me había echado a perder ese momento de relax. Cuando el niño recibió el primer bastonazo, cambié de canal. No fui a vomitar, ni hice ninguna de esas cosas que se suelen contar en plan cliché. En la televisión Mickey Mouse, tenía problemas con una foca que se había introducido en su casa.
Me quedé sentado, abrí la cerveza y pegué un buen trago. La terrible culpa de ese niño, por la cual había sido apaleado hasta morir, estaba seguro que mientras Mickey sacaba de la bañera a la foca, el niño negro era muerto a bastonazos en el otro canal, fue pertenecer a una etnia o religión distinta. Me pareció ilógico que ese niño muriese a golpes. Mickey, ajeno al otro canal, ideaba un plan para desembarazarse de la foca. Pluto estaba ayudando de forma torpe. En eso llegó mi esposa.
Entró y sin hacer caso de Mickey, se puso a contarme, muy preocupada, que el coche hacía un sonido raro. Un click, click, metálico. Le pregunté en qué parte del coche sonaba ese click, click. En la parte trasera. Bueno, el motor está delante. De todas formas, mañana, aunque domingo, no suelo coger el vehículo los domingos, daría una vuelta en el coche para escuchar ese sonido raro. Mi esposa entró en el dormitorio para cambiarse, ponerse cómoda.
No podía olvidar el rostro de aquel niño negro corriendo. A pesar del click, click de mi coche. Yo tenía otro click, click en la mente. Definitivamente Mickey había resuelto su problema, creo. Yo no
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