Un Hámster

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UN HAMSTER

 

Gracias a la literatura infantil rusa que siempre gusté consumir, y a aquellos dibujos animados del mismo país que con tanta frecuencia inundaban la televisión en Cuba, los hámsteres, topos, tejones y otros grupos de animales que conforman la fauna de Europa, nunca me fueron ajenos. Por eso, cuando en la adolescencia tuve la oportunidad de visitar algunos bosques y aldeas de esta región, no me fue tan difícil reconocerlos, aunque en mi imaginación los dibujara siempre de un tamaño mayor.

 

Lamentablemente los niños de hoy no gozan de igual suerte. Con la caída del muro de Berlín, comenzó también a caer en el olvido ?al menos aquí en mi isla- la cultura y la forma de decir de todos los pueblos de una Europa del Este que siempre nos impusieron como mejor amiga. Fue como si se rompiera un dique, a través del cuál comenzaron a escapar las aguas de una sabiduría que muchos no dejaremos nunca de agradecer.

 

Tampoco aquellos de mi edad que aborrecieron siempre entregarse a la lectura de un libro, o que no tenían paciencia ni concentración para sentarse frente a la televisión a ver animados, conocen hoy de estas cosas. Mi amigo Omar es sin dudas un buen ejemplo.

 

La semana pasada mientras conversábamos por teléfono, le anuncié que en el día de mi cumpleaños, además de su agenda forrada en piel e impresa en París, había recibido de otro amigo un hámster de regalo. Comencé a decirle emocionado que este regalo era para mí muy importante, pues me transportaba a los tiempos de mi primera juventud, cuando cursaba estudios universitarios en Budapest, y donde era costumbre tener en los dormitorios de los colegios un hámster como mascota.

 

Lo sentí tan confundido del otro lado de la línea, que no tuve más remedio que preguntarle:

 

-¿Tú sabes lo que es un hámster?

 

-¡Claro! ¡Un tipo de perro! ?me respondió con una seguridad y una firmeza que me ofendieron.

 

-¡Cómo que un perro! ¡No jodas!

 

Dos días después, cuando lo llevé a la casa para que conociera al animalito ?al que lógicamente bauticé con su nombre-, se negó a tocarlo, mientras decía escandalizado:

 

-¡Qué hámster ni hámster! ¡Hámster será en Europa! ¡Aquí en Cuba eso es un ratón!


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