El viaje a través del espejo fue rápido y sin sobresaltos. Al otro lado, la partida de ajedrez, las flores parlantes y los gemelos poetas. Los saltos de casillas se sucedian de forma arbitraria. No queria aquel juego sin sentido, pero bien valía si al final podia tocar un unicornio.
Correr peligros era parte del juego, pero no calculó los riesgos que suponía caer en las manos del caballero rojo. Olvidó entre sus brazos su propósito original. Coronarse reina y tocar un corsel de cuerno dorado se había tornado en objetivo secundario. Resultaba más emocionante bailar en el tablero cuadriculado con un desconocido subida en su caballo. Conocer lugares extraños, personajes irreales, sueños singulares. La locura de un hombre que cambia tu juego por una hermosa aventura. Pero a lo lejos estaba su reino, su corona, esperando por ella.
Abrió los ojos y quiso bajarse de aquel frenesí. Escapar del baile, de lo inesperado, de aquel rapto voluntario. A su rescate, un caballero blanco, dispuesto a dar su vida por ella, a arriesgar su honor por la virtud de la que, él, consideraba su princesa. Ella se dejó rescatar a su pesar para cambiar una locura por un final que ya había leído.
Se despertó. Su viaje había llegado al final.
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