Tuc. La cabeza que rebota contra el vidrio, y Nico que se despierta.
Nunca le salió dormir en el colectivo. Su metro noventa y sus piernas largas convertían esa misión en poco menos que imposible en la mayoría de los colectivos. Dentro de todo, el 39 era bastante amigable para él. Asientos con suficiente espacio entre sí, arrancaba vacío en Barracas, donde se lo tomaba, y terminaba vacío en Chacarita, donde bajaba. Pero cada vez que lograba quedarse dormido, el éxito era efímero. El bondi que agarra un pozo, o un vendedor que se sube a los gritos, o su principal enemiga: la vibración de la ventana, que hace que su cabeza, apoyada en ella, golpee contra la misma. Que karma, viejo.
Resopló de la bronca y se acomodó bien en el asiento. Se puso los auriculares, renunciando a intentar volver a quedarse dormido. El aleatorio del celular quiso que suene Adios, de Cerati. Esbozó una pequeña mueca que no llegaba a ser una sonrisa. Agarró el ramo de flores que casi se le cae de las piernas. Mientras Gustavo le cantaba al oído que pone canciones tristes para sentirse mejor, la señora de al lado suyo le tocó el hombro. Nico la miró. En silencio ella le agarró la mano derecha con sus dos manos, y la acarició. Como hacía cuando él era chiquito. A Nico nunca le gustó que ella lo viera llorar, así que la abrazó para que su cara quede sobre su hombro. Se separó y la miró de nuevo. Detras de sus anteojos ella le devolvía la mirada con más amor que pudiera existir. "Te extrañé mucho mamá."
Tuc. La cabeza que rebota contra el vidrio, y Nico que se despierta. Poder decir adios...
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