-Sr. Castrou, salga al enseradou, porf favour-, dijo el dinosaurio angloparlante.
Debía tener por lo menos cincuenta años o más y todavía no sabia hablar bien español, así que se vengaba ridiculizando nuestro inglés.
- Segunda persouna del ferbo irr, Sr. Castrou.
Y el señor Castro, que en realidad es Víctor "el chapas", que no tiene ni idea. Cambia del blanco al rojo, pasando por el verde; mueve la boca como un pez diciendo «eeeeeh, eeeeeh»; y de vez en cuando, guiña los ojos muy fuerte como si hubiese sonado un petardo.
-Castrou, muy mal, debe usché estudiarr más o tendré que suspenderle. Siéntese, porf favour.
Así que otra vez toca la posición de invisible: se hace mirando la mesa sin moverse mientras se dice con la mente todo el rato «que no me toque, que no me toque» hasta que llama a alguien.
- Gounsales, sal chú, porf favour-.
- Mierda.
Y allí voy, con la arena del patio en los zapatos, la mancha de tomate en la camiseta y mis costras como únicas compañeras.
- Gounsales, diga a Castrou como es la segunda persouna del ferbo irr, porf favour.
Cruzo los dedos por detrás de la espalda y suelto bien alto con mi voz chillona: -¡Yu gou, señorita!
-Iu gou-, me corrige el dinosaurio - i-u gou, Gounsales. Castrou, ¿creé usché qué poudrá recoudadlo?
Y "el chapas" que dice que sí con la cabeza tantas veces que me recuerda al pájaro carpintero que vi en la tele el otro día en casa de Manuel.
- Veamos, Gounsales, tersera persouna del ferbo... RIIIIIIIIIIIIIIING- le interrumpe la campana salvadora.
Despierta Hugo. La práctica ha finalizado.
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