LOS ANALES DE MULEY(1ª PARTE)(13)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 14/06/2015, clasificado en Varios / otros
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Yo quería intervenir,
pero no me dejaba,
con furia le miraba
y él seguía hablando;
él estaba jadeando,
más sus palabras cuidaba.
Fue una disertación
dirigida a su yo,
con avidez se explayó
en fértil valle perdido
porque nadie lo escuchó,
más yo estaba sorprendido.
¡Cuánto echaba de menos
mis años de aprendizaje!
Siempre me faltó coraje
para ser buen estudiante,
pensaba en cualquier paraje
menos ser un gran tunante.
Siempre me arrepentiré
de los años que perdí
en mi edad infantil,
a la escuela poco fui,
en ella poco aprendí
hasta mi edad juvenil.
A mi locuaz maestro
me quería parecer,
más tengo que comprender
que la cultura es estudio,
la debemos obtener
y escuchar su preludio,
La convidada de piedra
era mi progenitora,
seria, como gran señora,
esperaba paciente
esa añorada hora
para marchar libremente.
En un mundo atrás, pasado,
estaba su pensamiento,
pues era su sufrimiento
la espera dé cada día;
sin apenas fundamento
desplegaba su alegría.
Pero volvía el día gris,
fuente de sus quebrantos
y manantial de sus llantos,
volvía a sus pensamientos
los alegres días de cantos
urgiendo en sus sentimientos.
Su rostro era tétrico,
más su corazón radiaba
un sentimiento fogoso
que a todos nos impregnaba;
a hurtadillas nos miraba,
yo me sentía temeroso.
Porque veía su derrumbe,
su pronta y fuerte caída,
pero aguantaba erguida
mostrando su buena raza;
se sentía confundida
por aquella amenaza.
<<Encontraré a mi marido>>
- se decía ella para sí-
<<Y evitaré su muerte>>
Ese era su gran frenesí
y yo también asumí
su empírica suerte
Las semánticas lecciones
que el maestro impartía
para ella era monotonía;
era una mujer lerda,
pues su única sabiduría
radica en su mente cuerda.
Desagradecida no era
y menos aún vengativa,
era mujer comprensiva
amante de la verdad;
llena de sinceridad
se mostraba receptiva.
Mil veces agradeció
a nuestros benefactores
todos aquellos favores
que habíamos recibido,
todo era echarles flores
por aquel bien percibido.
Se mostraban orgullosos
por darnos su pronta ayuda,
su gratitud fue ruda
y su compresión mayor;
sé que todo se anuda
para comprender mejor.
“Quien siembre recogerá”,
dice un dicho popular,
pues nosotros sembramos
en ámbito familiar,
pudimos alimentar
y mucha hambre quitamos.
Algunos nos respetaban
y mi maestro también,
persona de gran bien,
buena y benevolente;
admiraba a la gente,
pues los llevaba en su sien.
Hasta pasado un tiempo
al maestro no comprendí,
su enseñanza recibí
aunque no la entendía;
mucha satisfacción sentía
pensando fuera de allí.
Miembro del comité,
fue voz muy respetada,
aunque no sentenciaba,
su razón era escuchada;
era opinión esperada
cuando pena se dictaba.
Ese humilde paladín
también vidas salvó
y a otras tantas ayudó,
manejó su situación
y su noble corazón
al comité engañó.
Era algo pragmático,
en la guerra no creía
y menos su utilidad,
su honor se comprometía
con el hacer de cada día
demostrando su bondad.
Le mostré mi gratitud
por devolverme a la vida
y sacarme del infierno;
pues abortó mi partida
de la antesala perdida
y fue momento tierno.
No sé dónde van los muertos
o si algún día los veremos,
su presencia perdemos
y nos hundimos en llantos;
lloraremos con quebrantos,
jamás les olvidaremos.
Gracias a mi buen maestro
y a su laicas lecciones,
a ser hombre aprendí;
por sus buenas acciones
que aliviaron aflicciones,
su recuerdo vive en mí.
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