Mis amigos, Elena y la playa

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Hacía años que no veía a Pedro y Silvia. Habíamos sido inseparables en la facultad. Por eso cuando me invitaron a pasar el fin de semana en su casa de la playa no pude negarme. Estaba deseando verles. Él era un ligón empedernido pero con ella se cortó la coleta. No era para menos. Silvia era rabiosamente bella. Tenía un cuerpo espectacular, unos ojos preciosos y pelo rubio admirable.

Me recibieron en la estación. Les acompañaba una guapa chica llamada Elena. Me la presentaron como una amiga de la infancia de Silvia que casualmente también iba a pasar el fin de semana con nosotros. Por la cabeza se me pasó una encerrona de mi amigo, muy aficionado a este tipo de cosas. Y lo cierto es que su piel morena y sus ojos negros me atraían bastante, aunque no tanto como Silvia. No había perdido un ápice de su belleza. Seguía siendo la misma diosa.

 Mientras las chicas se arreglaban para salir a cenar Pedro me confesó que estaba deseando tirarse a Elena. Yo lo flipaba. Con la tremenda novia que tenía y se quería cepillar a otra. Pedro tampoco había perdido su deseo aventurero. Salimos a degustar una deliciosa mariscada y estuvimos tomando copas mientras recordábamos viejos tiempos. Elena mientras tanto mostraba síntomas de una timidez extrema. Volvimos a casa y nos metimos en nuestras habitaciones. Oí discutir a mi amigo y Silvia, pero poco después estaban follando. Con aquel ruido era imposible dormir. Entonces fantaseé con la idea de que Elena entrara en mi cuarto y me pidiera que la hiciera suya, pero nada de eso ocurrió.

 Por la mañana, una nueva discusión de mis amigos me hizo despertar. En esta ocasión no hubo polvo de reconciliación. Lo cierto es que la mañana resultó tensa a causa de las tiranteces de la pareja que no paraba de tirarse indirectas maliciosas. Una vez en la playa, un gesto de Silvia volvió a encender a Pedro. Ella se quitó la parte de arriba del bikini para hacer topless. Él no dijo nada pero le noté enfadado.

A primera hora de la tarde nos dirigimos hacia una cala apartada y nada transitada buscando tranquilidad. Por el camino Pedro vio a unas chicas a las que miró y piropeó sin miramientos. Silvia se lo reprochó y volvieron a discutir. Cuando llegamos a la cala aún discutían.

- Entonces, si tu crees que no es malo desnudarse para tomar el sol no te importará que yo me quite el bañador ¿no?

Pedro se quedó desnudo para mi asombro y el de Elena.

 - Ya ves tu que problema- respondió ella mientras también se quitaba la braguita del bikini

Sentí un poco de pudor pero no pude dejar de apreciar su hermoso coñito recortado. Tantas veces me lo había imaginado...

- Ahí, ahí. Somos una pareja liberal ¿verdad? Entonces no te molestará que bese a tu amiga ¿no?

Pedro besó a Elena haciendo que está se ruborizara.

 - Para nada. A ti tampoco te molestará que le meta una teta en la boca a tu amigo ¿no?

Sin saber como le estaba comiendo un seno a aquella diosa. Joder, qué maravilla

- Pues si me la chupa Elena tampoco te molestará ¿no?

- Para nada, yo también se la puedo chupar a él- contestó Silvia en referencia a mí

Ni en mis mejores sueños me hubiera imaginado que Silvia algún día me la mamara. Y mucho menos con la complacencia de Pedro que también disfrutaba de la chupada que le estaba haciendo Elena. La cosa siguió tal y como se preveía. Silvia y Pedro se siguieron picando y al final acabamos los cuatro en pelotas y follando.

Silvia se sentó en mi pene y empezó a gozar mientras apretaba sus tetas sobre mí. Por su parte Pedro se echaba encima del peludito coño de Elena, que tan tímida que parecía era la que más gritaba. Pedro no dejaba de decirle cerdadas mientras que Silvia me regalaba sus flujos y me pedía que no parase. Elena estaba a punto de llegar al orgasmo. Pedro le pedía que aguantase un poco que se quería ir con ella. Entonces Silvia incremento el ritmo a fin que nosotros nos corriésemos antes. Contra todo pronóstico Pedro se la sacó a Elena y se vino hacia Silvia. Ésta me abandonó para disfrutar de la corrida de su novio en su cara. Elena entonces se vino hacia mí y se sentó en cuclillas sobre mi polla. En pocas metidas se corrió. Entonces se la sacó y me la sacudió hasta que me corrí en su negro pubis.

 Al día siguiente, Pedro y Silvia nos despedían a Elena y a mí en la estación haciéndonos jurar que volviéramos siempre que quisiésemos. Yo por mi parte pensaba hacerlo. Una vez que se echó a andar el tren, Elena me miró con sonrisa pícara. Después se levantó la minifalda mostrándome su peludo coño. Se fue hacia el baño y me sonrió. El fin de semana no había acabado.


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