COMPARTIR: 2-Amor cruzado

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-Anda... bajad -la voz dulce y melosa de Ana era como una caricia- ¡Por favor!

Aquellas palabras surtieron efecto.

Notaba mi miembro más hinchado que nunca dentro de Julia y, a la vez, la mayor presión que sus labios habían ejercido jamás sobre él. También Julia estaba más arrebolada que de costumbre, con mayor humedad y calor en su sexo, a la vez que desprendía un olor más intenso y envolvente. La besé apasionadamente en la boca, nos levantamos y, abrazados, bajamos con Ana y Marcos.

Fue Ana la que rompió el hielo. Se acercó a Julia, le acarició un pecho dándole un intenso y apretado beso en la boca y empujándola suavemente hacia Marcos que, tomándola por la cintura, la atrajo pegándola a su cuerpo. Los vi besarse mientras Ana acariciaba mi miembro aún húmedo de los jugos de Julia. Puse mis manos en sus nalgas y la atraje hacia mi. El calor de su piel me invadió. El roce del suave vello de su pubis me produjo un calambrazo. Tenia la piel muy suave. Olía a musgo, a bosque, unido al olor acre y picante del sexo. La mezcla de olores y la caricia de su mano, hicieron que mi miembro creciese hasta dolerme. Me abalancé sobre aquella boca que ella, jugando, retiró para que no alcanzase. Besé su cuello, sus pechos. Lamí y mordisqueé sus pezones mientras veía como Marcos empujaba a Julia hacia su sexo que ella tomaba en su boca y recorría con la lengua en toda su longitud. Ana me hizo tender en el suelo colocando el sexo a la altura de mi boca mientras besaba a Marcos con verdadera lujuria y acariciabala cabeza de Julia acompañándola en sus movimientos. Besé y lamí aquel sexo que se me ofrecía. Gusté sus jugos de sabor acre y ligeramente salado y el olor profundo que inundaba mi nariz, tan diferentes de los de Julia, me animaba a intensificar las caricias, a hacerlas más rápidas y profundas. Todo ello, junto a los gemidos que llegaban a mis oídos,me estaba llevando al desenfreno. Mordí los labios de aquel sexo inundado de jugos y Ana, sorprendida, lanzó un grito. Saltó y se abalanzó sobre mi miembro. Lo introdujo en su boca apretando mucho los labios sobre él. Jugueteó con la lengua en la boca del glande haciéndome arquear el cuerpo pero cuando recorrió la caña mordiendola suavemente cada centímetro, mis músculos, todos, se tensaron, un espasmo recorrió mi interior y solo la presión que ejerció con los dedos sobre la base impidió que me derramase en su boca. Lo abandonó. Se tumbó sobre mi y lo introdujo en su vagina. Su pecho se apretaba contra el mio clavándole los pezones. Su boca gemía sobre mis labios. Me recorría con besos húmedos y ardientes. Mis manos recorrían sus brazos, sus hombros, su espalda. Apretaban y estujaban sus nalgas al compás de sus movimientos de vaivén. Se levantó ofreciéndome la visión de unos pechos descarados, de unos pezones orgullosos, de una boca entreabierta que dejaba escapar jadeos y gemidos sin cesar. Llevé una mano hacia atrás y encontré el cuerpo de Julia. Le acaricié las nalgas y el sexo totalmente inundado. Introduje dos dedos en ella. La oí gemir, apagado su gemido por el pene de Marcos en su boca. Marcos también gimió. Retiró el pene de la boca de Julia y mi mano de su sexo. La tumbó sobre la alfombra y se introdujo en ella. La oí gritar de placer. El olor de su sexo llegaba a mi a través de los dedos impregnados de jugo. Los llevé a la boca de Ana que los lamió con deleite, fijó su mirada en la mía y aumentó el ritmo en busca del clímax. La acompañé. Los gemidos se convirtieron en grito, tensó el cuerpo y se derrumbó sobre mi entre espasmos. La abracé con fuerza y me dejé ir liberando mi tensión. Me miró con dulzura y complicidad. Nos besamos con pasión serena y nos giramos para ver como Marcos y Julia, sentada ella sobre él y abrazados, buscaban su propio placer. Les vimos gemir, jadear. Las pieles iluminadas por la trémula luz de las llamas, brillante. Vi como Julia tensaba su cuerpo. Su boca se abrió en un grito seco y profundo. Clavó las uñas en la espalda de Marcos derrumbándose en sus brazos presa de un orgasmo intenso y demoledor que arrastró al hombre a vaciarse totalmente al mismo tiempo entre jadeos y convulsiones.

Quedamos allí los cuatro rendidos entre suspiros, risas con el olor a fuego, perfume, sudor y sexo que inundaba la estancia, cómplices de nuestros satisfechos deseos.

Tendí la mano a Julia, la atraje hacia mi, la abracé y la acurruqué contra mi cuerpo. La mano de Ana, abrazada a su marido, permanecía sobre mi muslo. Y así, desnudos y abrazados, nos sorprendió el amanecer.

 

 


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