COMPARTIR: 3-Despertar

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Despertar

Me despertó el olor a café. Ana estaba desnuda a mi lado con un brazo descansando sobre mi pecho. Marcos la abrazaba por detrás, su pierna cruzada sobre las de ella. Retiré el brazo con sumó cuidado y me levanté. La oí gemir quedamente y tomé consciencia de mi desnudez que, a la luz del día, he de confesarlo, me provocó una cierta desazón. Vi a Julia en la cocina envuelta en una toalla que marcaba perfectamente la curva de sus nalgas y su cintura. Me acerqué y la abracé por detrás.

-Buenos días, cielo -le dije besándola tras la oreja.

Se giró y me ofreció los labios. Nos abrazamos besándonos con pasión. La noté algo turbada. Quizá también yo lo estaba. Me miró, tímida, primero a los ojos y luego a mi miembro alicaído.

-Mejor lo tapas -dijo- parece tener más sueño.

-Voy a por algo -conteste- También para ti. ¿Me pones un café?

Bajé con un pantalón de pijama puesto y le di a ella la chaqueta. El sol, entrando por la ventana, hacía brillar su pelo y sus ojos. Sonreí. Estaba preciosa. Nos sentamos a tomar el café.

-¿Qué tal estás? -pregunté- ¿Qué opinas de lo de anoche?

- Estoy bien. Muy bien Santi. Anoche disfruté mucho. Contigo. Con Marcos. Creó que también tú con Ana ¿no?

-La verdad es que si -le acaricié la mejilla- Fue algo extraño. Estaba muy excitado. Por Ana. Pero también por ti. Ver como otro hombre te deseaba, como complacías sus deseos, aumentaba el mío.

-Yo también lo viví así. Verte besando, acariciando y lamiendo a Ana centímetro a centímetro, provocó en mi interior un inmenso calor, un estallido que me empujaba a buscar el placer en Marcos. Cuando tú me acariciaste, lo juro, casi pierdo el sentido. Marcos fue muy atento y mi orgasmo genial. Me gustó Santi. Mucho.

-Y a mi. Entiendo lo que dices. Verte, oírte, acariciarte mientras sentía las caricias, la intimidad de Ana, me hizo perder el control. Recordarlo me crea una gran excitación -añadí acariciando sus muslos hasta llegar a la gruta cálida y humeda- Veo que también a ti.

Abrió las piernas, atrajo mi cabeza y me beso besó con furor. Su lengua se introdujo en mi boca mientras su mano encontraba mi pene totalmente erecto. Se abrazó a mi sentándose sobre mis piernas.

-¡Eh! ¡Eh! ¿Qué hacéis? -era la voz de Marcos.

-¡Vaya si se levantan animados estos dos! -añadió Ana.

Ambos besaron a Julia en la boca. Ana también a mi.

Miré a Marcos.

-¿Y a mí no me besas? -le pregunté.

-Deja, deja. De momento, no -contestó dándome una palmada en el hombro.

-¿Os hemos molestado? -preguntó Ana- Lo sentimos pero tenemos planes. Podéis ducharos mientras nosotros preparamos el desayuno y... ¡no tardéis!

Bajamos un rato después ya vestidos. También ellos estaban preparados.

-Sentaos y coged lo que os apetezca -invitó Ana- Os contamos.

-Bueno, lo primero -ahora hablaba Marcos- deciros que ha sido un verdadero placer compartir con vosotros lo que compartimos anoche. Nos alegra muchísimo vuestra posición y, claro, hemos de deciros que lo ocurrido no os obliga en nada. A Ana y a mi nos ha encantado y nos gustaría avanzar en ello. Esperamos que a vosotros también pero, por favor, sentimos en total libertad. Decidáis lo que decidáis, seguiremos siendo Ana y Marcos ¿vale?

Julia besó a Marcos en la boca.

-Vale. A nosotros también nos gustó. Lo estábamos comentando antes -dijo sonrojándose.

Nos reímos todos.

-La verdad es que fue genial -dije yo- Nunca habíamos hecho algo así. Anoche, al veros, nos apeteció de verdad y es lo que surgió. Hoy, ya veremos...

-Pues lo veremos en Segovia. ¡Nos vamos de turismo! -añadió Marcos.

Montamos los cuatro en el coche y nos fuimos a la ciudad del acueducto que, debo decirlo, todos conocíamos ya. El viaje resultó, nuevamente, muy ameno aunque más en el asiento de atrás donde, estoy seguro, Ana y Julia tuvieron algún "escarceo" ya que, por lo que recuerdo, vi a Julia ponerse un sujetador en la cabaña pero a Segovia llegó sin él.

Tomamos un café en el Narizotas, insistencia mimosa de Ana, y continuamos hasta La Granja para ver la capilla, que yo no conocía y pasear por los jardines del palacio recorriendo calles, plazas, fuentes... Marcos no perdía ocasión de acercase a Julia que le aceptaba las casuales, y no tan casuales, caricias de muy buen grado. Les perdimos ya que Ana me retuvo tras uno de tantos setos para que recordase todos sus encantos a la vez que ella recordaba los míos. Besos y caricias furtivas que dejaron el olor del sexo en las manos, los labios hinchados en unas bocas resecas y cierta incomodidad en la entrepierna. También Marcos y Julia estaban un poco alborotados cuando les encontramos.

Y como ya pasaban de las dos, dimos por terminada la visita. Camino del coche, abracé a mi mujer apretándola contra mi. Su piel ardía. Sentí su pezón clavado en mi costado y su respiración entrecortada.

-Estoy muy excitada -me susurró- Necesitó desahogarme. De verdad.

Sus ojos eran una súplica. La besé.

-¡Chicos! -dije- ¿Tomamos algo antes de coger el coche?

Entramos en un bar y pedimos unas cañas.

-Voy al servicio -dijo Julia.

-Buena idea -contesté empezando a andar, viendo como Marcos sujetaba a Ana por el brazo.

Entré en el servicio tras Julia y cerré la puerta. Ya tenía la blusa abierta y se estaba bajando los pantalones y las bragas. Acarició mi pene por encima de la tela, se puso en cuclillas, lo liberó y se lo introdujo en la boca.

-¡Para chica! También yo voy muy mal.

La levanté, la besé en la boca, la hice inclinarse sobre el lavabo y me introduje en ella por detrás a la vez que acariciaba sus pechos.

Gimió. Apretó las nalgas para tener el máximo roce y llevó una mano a las mías estirando de mi. No duramos mucho. La vi, a través del espejo, extraviar la mirada. Se llevó una de mis manos a la boca, la mordió para ahogar el grito y se dejó ir en un orgasmo que la recorrió desde lo más íntimo hasta estallar sobre mi pene arrastrándome con ella. Nos besamos, nos recompusimos y volvimos al bar.

-Hemos pensado en comer un menú típico en Don Bernardino -dijo Marcos- ¿qué os parece?

-¡Genial! ¡Una gran elección! -contesté.

 


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