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Djenita miraba con una profundidad especial, cargada de sabiduría y experiencias imposibles. Había escapado de la guerra para refugiarse en un país donde reinaba el orden. Con su familia, solo parte de su familia. Porque las personas que no la acompañaron en aquel desesperado viaje, habían quedado atrapadas entre los bombardeos, los odios feroces de las razas y el insoportable sonido de los motores en vuelo de los caza. Los niños gritaban y las familias quedaban destrozadas como las casas, como los colegios, como los corazones. Pero Djenita, después de soportar todo aquel dolor en Bosnia, miraba como una sabia.
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