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De espaldas a la ventana
Por bita
Enviado el 19/06/2015, clasificado en Ciencia ficción
2054 visitas
Irrumpieron en la ciudad 3 seres esperpénticos y espeluznantes, más dignos del mundo de la farándula o incluso de una ficción, que de la común normalidad del día a día. El más inverosímil de todos era el personaje de la gran cabeza, coronada con un único enorme ojo de intenso color negro. Siempre abierto y despectivo.
Comenzaron los seres, vestidos con jeans, a realizar las más extraordinarias acrobacias a lo largo de la cuesta de la avenida principal, bajo la mirada desconcertada y el asombro temeroso de todos. Se formó un corro alargado con las personas que recorríamos la calle, para observar sin desperdicio tan singular e increíble acontecimiento. Los vecinos de la zona asomaban desde ventanas y balcones, entre cortinas. Incrédulos. Sin bajar a la acera.
El monstruo del ojo negro despectivo hacía piruetas a toda velocidad con una fuerza y agilidad inusitadas, ascendiendo y descendiendo la avenida central. Utilizaba incluso el apoyo de las paredes y estructuras de los edificios, como en el parkour. Levantaba su gran cabeza y miraba con despecho exigiéndonos el aplauso por sus hazañas.
Paz, la oficinista, observaba la escena desde arriba sintiendo más que nunca la agitación de su latido. “¿Y si aquellos seres descomunales la agarraran por su estrecha cintura mientras ella tecleaba o revisaba un informe, tal y como King Kong había alzado a la rubia delicada en la palma de su mano?” Estaba llena de pavor. Nunca le había gustado la idea de colocar la silla de espaldas a la ventana. No veía el mundo de frente.
De pronto, alguien encendió una luz. El cielo se llenó de fuego. Empecé a sentir la suavidad del algodón de la sábana bajera rozando mi mano. Abrí mis dos ojos. Y sonreí sintiendo todavía la mirada despectiva del cabezudo.
Comenzaron los seres, vestidos con jeans, a realizar las más extraordinarias acrobacias a lo largo de la cuesta de la avenida principal, bajo la mirada desconcertada y el asombro temeroso de todos. Se formó un corro alargado con las personas que recorríamos la calle, para observar sin desperdicio tan singular e increíble acontecimiento. Los vecinos de la zona asomaban desde ventanas y balcones, entre cortinas. Incrédulos. Sin bajar a la acera.
El monstruo del ojo negro despectivo hacía piruetas a toda velocidad con una fuerza y agilidad inusitadas, ascendiendo y descendiendo la avenida central. Utilizaba incluso el apoyo de las paredes y estructuras de los edificios, como en el parkour. Levantaba su gran cabeza y miraba con despecho exigiéndonos el aplauso por sus hazañas.
Paz, la oficinista, observaba la escena desde arriba sintiendo más que nunca la agitación de su latido. “¿Y si aquellos seres descomunales la agarraran por su estrecha cintura mientras ella tecleaba o revisaba un informe, tal y como King Kong había alzado a la rubia delicada en la palma de su mano?” Estaba llena de pavor. Nunca le había gustado la idea de colocar la silla de espaldas a la ventana. No veía el mundo de frente.
De pronto, alguien encendió una luz. El cielo se llenó de fuego. Empecé a sentir la suavidad del algodón de la sábana bajera rozando mi mano. Abrí mis dos ojos. Y sonreí sintiendo todavía la mirada despectiva del cabezudo.
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