M, mi primera madura (II) - Primera Faena
Por PlumaLibre
Enviado el 04/03/2016, clasificado en Adultos / eróticos
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Solo contemplaba el techo de mi habitación aquella noche con una amplia sonrisa, quería más; deje la puerta entreabierta por si M cambiaba de parecer, pero las horas pasaban y finalmente caí presa del sueño. A la mañana siguiente el piso parecía vacío, fui a tomar una ducha, no sin cierta desilusión, esperaba haberla visto.
El agua fría limpiaba mi cuerpo mientras que la impaciencia me enfermaba en lo más hondo; hasta aquel día no había estado con muchas mujeres, apenas recuerdo una que otra a causa de la pobre imaginación que inspiraban. Terminaba de ducharme, quería distraer mi mente de M, salí del baño y allí estaba ella en el corredor, mirándome, vestía una delgada tanga azul cielo y una camisilla gris, sus piernas carnosas y naranjas como las de una yegua de fino paso provocaron en mí una reacción de animal hambriento, un solitario lobo carnicero que se separa de su jauría porque quiere todo el botín para sí mismo.
- Hola M, dije.
- Hola P, ¿Cómo dormiste? Bien espero, dijo mientras su boca formaba una sonrisa.
- Sabes que no, ¿Dónde están F y J?, pregunte, mientras me acercaba para tomar posición.
- Les programaron una salida en su curso de validación, para que se vallan haciendo una idea de que es la universidad, lo decía viéndome de pies a cabeza.
En ese instante deje caer mi toalla y me abalancé a su cuello, su mirada y sus gestos cambiaron inmediatamente, su respiración irregular me dio cuenta del poder que había adquirido para mí, primero suave y luego lento, lamia mi rostro y yo el de ella, mientras los roces con su cuerpo calentaban mi motor.
-No sabes hace cuanto quería cogerte M, dije susurrando en su oído
-Demuéstramelo, respondió.
Aquella respuesta daba inicio a la faena, la agarre del cuello con ambas manos mientras mi cadera hacia movimientos amplios, poco a poco aumentaba la presión.
-Me lastimas, dijo ella agarrando mis brazos para que parase.
Entonces disminuí un poco la presión para que respirase mientras le daba un corto beso, cuando tomaba de nuevo aire volvía a aumentar la presión en su cuello, sus manos antes desesperadas ahora agarraban mis nalgas y me daban impulso, los movimientos de ambos se hacían cada vez más bruscos.
-Has desatado un animal, le dije susurrándole entre pequeños mordisqueos en su oreja, al parecer eso le había gustado porque había empezado a hacer ruidos, ronroneos de una lasciva gata.
En aquella agitación, nos dirigimos poco a poco la ducha, abrí la llave y mordí su tanga, la bajé lentamente, ahora mis manos apretaban sus nalgas mientras ella me veía con cara de desesperación, entonces retome el control y fui entre sus piernas, primero con pequeñas lamidas alrededor y luego con mordisqueos entre muslos; sus manos jalaban mi cabello y le hacían presión a mi cabeza, mmm, estaba tan húmeda, los sabores eran extraños, la textura era similar a la del aceite de almendra. Ya estaba llegando al punto en que no podía contener más a mi pene, quería estar dentro de ella, me puse de pie, volvimos a los besos desesperados mientras busca la altura indicada para penetrarla, finalmente mi miembro comenzaba a abrirse paso entre su cuerpo, su vulva húmeda y caliente cedía lentamente sin embargo, aquella sensación hacia que perdiese exponencialmente mis estribos……….la agarre de las caderas y comencé a azotarla, los ronroneos pasaron a ser gemidos de toda una yegua que relinchaba de placer mientras la cabalgada.
La levante de ambas piernas.
-Me encanta como te rebotan las tetas, le dije mientras apretaba sus nalgas.
Al parecer eso le había gustado ya que su cadera inicio a moverse más fuerte, sin duda alguna M era una mujer que buscaba atención, quería sentirse verdaderamente deseada.
La descargue y la puse de espaldas, luego quite la manguera de la regadera llevando el agua por su cuerpo, la volví a penetrar para no dejar que se apagase.
- Esto te va a gustar le dije poniendo el chorro de la manguera entre sus piernas
Su reacción fue descontrolada, me empujo contra la pared y sus gemidos se hicieron más intensos, sus delicadas manos se habían tornado en garras que me arrancaban toda la piel, su boca mordía mis oídos con fuerza mientras decía cosas ininteligibles…..pronto sentía que no podía aguantar más; con un brusco movimiento la hice arrodillar, ella tomo inmediatamente mi falo con fuerza, parecía que hubiese querido arrancármelo, entonces me corrí en su rostro. Después de semejante faena tenía que tenerme de las paredes de la ducha mientras ella me miraba jugueteando con el chorro de la manguera.
Continuara parte III
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