Química incontrolable (v)

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El domingo quedó atrás entre mensajes y llamadas de teléfono que hicieron que Julia, tuviera que bajar más de una vez a la tienda a recargar el móvil bajo la mirada acusadora de la dependienta, < hasta ella sabe que estoy haciendo algo que no debo…, ¡vaya acusación se refleja en su cara! Seguro que no ha vivido una historia así en su vida>. Tras lo vivido ayer en casa de Álvaro, no podía dejar de pensar en él.

-¡Vamos! Date prisa que a este paso no llegamos. -Julia sabía que Sergio estaba nervioso, ella también lo estaría si tuviera que irse tres semanas a Los Angeles para un curso de formación en su magnífico y maravilloso trabajo-. Todos estarán allí y verán que llegué el último.

Frente a la puerta de embarque Julia no sabía si era la emoción de perderle de vista y dejarse caer entre los brazos de Álvaro, o si realmente se enfrentaría a la decisión más difícil de su vida siendo capaz de tomar la decisión correcta. Desde luego sentía la pecera muy alejada de ella y demasiada sequedad en el ambiente, por el contrario Sergio se encontraba como pez en el agua y en el fondo, se alegraba por él.< Tras cinco años es normal ¿no?>.

-Ya voy para casa. -Julia hablaba con Álvaro sin saber muy bien cómo se sentía tras la marcha de Sergio.

-¿Quedamos allí y hablamos? -< Ya…, hablar… ¡ja!>-. O me esperas y voy a buscarte…

-Prefiero ir a casa, ya hablamos luego y esta noche nos vemos ¿vale? -Julia no quería ser ambigua con él, pero necesitaba su espacio para darse cuenta de lo que realmente quería hacer.

No le costó mucho trabajo decidirse, frente al espejo, maquillándose e intentando estar perfecta para Álvaro, solo recordaba sus besos, sus caricias y esa mirada que no recordaba haber visto nunca en Sergio, o si la había visto, había sido hacía mucho tiempo ya. < ¿De verdad quiero echarlo todo por la borda después de tanto tiempo?>, cerró su estuche que hacía tanto no utilizaba, suspiró intentando tranquilizarse y salió de casa explicándole a sus padres, que aún sin Sergio, tenía más gente con quien hacer planes.

Se dirigía al coche de Álvaro ilusionada y muy nerviosa, < ¿cómo puedo gustarle a alguien como él?>.

-¡Hola! -Entró en el coche y sintió cómo se ruborizaba y las palabras salían de su boca sin opción a que Álvaro contestara a su saludo-. Sé que había que aparcar lejos por si mis padres se asomaban a la ventana…, pero ¡vaya! Si que estoy en baja forma. ¿Dónde te apetece ir, por tu barrio o por aquí?

-Hola charlatana, si conoces algún buen sitio por aquí yo no tengo problema, tú decides. -Y sí, esa sonrisa hizo que Julia se desmoronara. < ¡Madre mía yo no voy a aguantar!>. Las contracciones entre sus piernas reafirmaron su opinión.

Entraron en ese irlandés que veía cada día de camino al trabajo, en una pequeña mesa al fondo, abrigada por la oscuridad tras la columna. Apenas sin poder hablar, se vio entre sus labios, entrelazando sus lenguas y deseando más. Cada vez le costaba más controlar sus manos, ¡y qué decir las de Álvaro! Besaba tan bien, cada roce provocaba una corriente que atravesaba cada poro de su piel y esos ojos que solo la miraban a ella hicieron que sin dudarlo pidiera la cuenta y le preguntara por un sitio alejado de cualquier persona que pudiera verles.

-Tú eres el que sabe manejarse en estas situaciones…, me fío de ti. ¡Dónde digas!

-¡Vaya fama! En fin, vamos entonces.

La oscuridad de la noche ya bien entrada, hizo que Julia se sintiera más cómoda, veía árboles a través de la ventana y las luces de la ciudad habían quedado atrás hacía ya tiempo. Escuchó el intermitente, y giraron por un pequeño camino saliendo de la carretera. Pararon, Álvaro apagó las luces y se giró hacia ella… < ¿Vamos para atrás?>. Julia sabia que no podría negar nada a esa mirada…

< ¡Madre mía! Si pensé que lo de antes era pasión… ¿qué demonios es esto?>. Sus besos eran arrebatadores, groseros, incluso violentos, tanto que encendieron algo en Julia que nunca antes con nadie había sentido. Se devoraban anhelantes, el deseo actuaba por ellos y solo se oían los múltiples halagos que pronunciaba Álvaro. Tras un buen rato solo besándose y acariciándose, le desabrochó el sujetador y sus pezones se endurecieron con el tacto de la camiseta y la excitación, que quizá antes ya de salir de casa, Julia sentía. Álvaro la tumbó con delicadeza y la miró sin decir una palabra, solo el contacto de sus ojos era suficiente. La besó despacio, recorrió su cuello y sus manos buscaron sus pezones erectos que endurecieron aún más su sexo, esperando anhelante lo que vendría después. Julia no lo dudó, y ante su propia sorpresa, introdujo su mano bajo los boxers e intentó disimular su expresión. <¡Y lo mejor está aún por llegar! Wow>.  Se incorporó y se sentó a horcajadas sintiendo su sexo duro por ella, por toda esa vorágine de sensaciones que estaban compartiendo y hacía solo unos días eran impensables para Julia. Se movía arriba y abajo escuchando los gemidos de Álvaro en su oído y deseando que este diera el siguiente paso y se introdujera en ella. Antes de lo que pensaba, la estrechó y colocó junto a él, deslizó un preservativo sobre su sexo y volvió a colocarla sobre él ante el asombro de Julia por tanta agilidad y buen hacer ante ella. Fue una primera embestida dulce, suave, casi pudo sentir cada milímetro de aquella preciosidad que formaba parte de ella y parecía no tener fin, cuando toda ella estaba entre sus paredes ávidas de él, no pudo evitar gemir alto, mirándole para creer que de verdad aquello no era un sueño. A partir de ahí, las embestidas fueron cada vez más fuertes y Julia fue acompasándose a ellas como si siempre hubieran compartido esos momentos. < ¿De verdad soy yo quien se mueve así? ¿Qué es lo que he estado compartiendo con el resto de chicos todos estos años?>.

Terminaron, y aún con la falda a modo de cinturón, Julia no sintió vergüenza…, solo una sensación de bienestar, de haber llegado a casa… ¿acaso lo había encontrado? ¿Era él?


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