Brindad conmigo en el gesto, musas, el banquete será largo y quizá las copas no estén siempre llenas.
Brindad con esas miradas discretas e íntimas que inacabables se derraman de unos ojos ofrecidos al digno merecedor de la sed.
Puede suceder que con motivo de un regalo, un relámpago mi visión evapore convirtiéndola en niebla; pasad entonces, si esto ocurre de mi rostro muy cerca, abriéndoos camino dulcemente por entre el viento quedo y perezoso que agita vuestros cabellos perfumados por una primavera delicada. Podre inhalar el numen de vuestra incomparable belleza y suspirar una melodía que os haga reír y que me cuidaré de guardar como preciada música en la cueva hundida de mi corazón.
¡Y es que por mi sangre nadan sirenas inclasificables! ¡Y quizá baile! Sostenido por las caricias furtivas que me dediquéis en la oscuridad severa de los entreactos.
Brindad conmigo en el gesto, musas, y asentid para vosotras mismas aprobando esta compañía fugaz, después de todo estamos solos en este banquete, tanto vosotras como yo.
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