Vida arruinada

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"Llegó a casa y sobre su cama se encontraba un hombre muy alto, de piel negra y muy muy atractivo. Estaba completamente desnudo y con su miembro erecto, como si estuviera esperándola. La mujer de dorados cabellos no se sorprendió, ni mucho menos, se arrancó de un tirón la ropa, dejando al descubierto unos pechos de enorme tamaño, seguramente operados. Se lanzó sobre él, con mirada lujuriosa y lo cabalgó, rápidamente. Subía y bajaba. Ninguna de los dos expresaba algún sentimiento, sólo <<Estoy follando contigo, encantado de conocerte>>"

Marisa cerró su portátil. Acababa de ver un fragmento de su nueva película y no le gustaba, no le veía una historia creíble. No podía entender como había llegado a ser una actriz porno. Por la calle la paraban viejos verdes y hombres salidos, la mayoría feos y que sólo la querían por las cosas que le habían visto hacer en sus películas. Pero para ella ya era demasiado tarde, ya había centenares de vídeos suyos fornicando con cualquier ser vivo que se encontraba. Ella realmente no era así y quería que el mundo lo supiera. En realidad ella había sido una niña rica que había ido a un cole privado y sacaba muy buenas notas. Podría haber llegado a ser una gran doctora, descubrir una vacuna que curara a millones de personas o... ¡Dios sabe qué! ¿Qué le había pasado? Nadie lo sabía, ni ella se acordaba. Ahora solo era una mujer a la que le costaba encontrar ropa para que le entraran sus enormes pechos y culo que habían pasado por el quirófano decenas de veces también. ¿Pero para qué quería ropa si se pasaba casi todo el rato desnuda? Timbraron a la puerta y era el productor de su última película. ¿Qué querría? Era un hombre rastrero, uno de esos viejos verdes, pero este también era empresario. Le dijo que la película estaba siendo un éxito. Se estaba forrando pero a ella poco dinero le caía. Le ofreció un trato que no podía rechazar, pero ella lo rechazó. Porque a pesar de todo ella no era una puta, como él parecía creer. La intentó tomar a la fuerza pero Marisa se escapó llorando de su propia casa. Iría al quirófano a quitarse toda la silicona, sí. Y volvería con sus padres. Retomaría su carrera y volvería a la universidad... Pero el daño ya estaba causado: la seguirían reconociendo, sus padres no la querrían después de lo que había hecho y todos los agujeros de su cuerpo habían sido penetrados tantas veces por toda clase de objetos y penes de toda clase de seres. Lloró y se tiró en la acera, con la camiseta medio desgarrada dejando un pecho al descubierto. Ni lo sentía y qué más daba si ya todos se lo habían visto. Había llegado demasiado lejos. Ya no tenía ganas de vivir. Volvió a su pequeño piso y fue la putita de su productor. La primera vez de muchas.


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