LOS ANALES DE MULEY(1ªPARTE)(17)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 29/06/2015, clasificado en Varios / otros
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XVlll
Los días siguientes de guerra,
fueron días de confusión
y de fuertes convulsiones,
aquella gran rebelión
rompía el corazón
y alentaba ilusiones.
El pueblo olía a fosas
con un olor pestilente,
pues su temerosa gente
esperaba el momento
que ser hiciese presente
el triste pronunciamiento.
En marcha la rebelión
y su avance anunciado,
todo fue preparado
para empezar la defensa
de un pueblo asustado
con tibia actitud tensa.
Se formó el comité
del pueblo libertario
con un poder primario,
su implantación anarquista
no amedrentó al fascista
y le hizo más temerario.
El espíritu guerrero
en el pueblo anidó,
con furia defendió
ideas libertarias
que la villa promulgó
como razones primarias.
Solo una razón existía
y había que defenderla
y a la luz exponerla
para su claridad,
pues para poder tenerla
exponían su verdad.
El comité era la ley
con un desorden total,
la rebelión nacional
mucho odio levantó
y siempre humilló
la ley constitucional.
Hubo mucho anarquismo
y muchos legisladores,
creían ser los salvadores
del pueblo constituido,
pero eran ejecutores
del triste bando oprimido.
No se respetó la vida,
pues nuestra buena gente
si n culpa, toda inocente,
no escaparon de la muerte;
todo era evidente
dentro de la mala suerte.
Sin juicio, sin defensión,
se decretaba condena,
nadie rompía la cadena
del complejo comité
que dictaba dicha pena,
por ello, a todos odié.
Nunca había ido a Misa,
ni de política entendía,
y menos de ideología,
pues el frente de batalla
estaba en la antología
que usaban como muralla.
Porque quién no comulgaba
son su forma de pensar
o manera similar,
estaba en la negra lista
pudiéndose eliminar
como un vulgar fascista.
Se formaron escuadras
y un fuerte pelotón
para dicha ocasión,
pues en cada momento
cumplían la ejecución
sin ningún triste lamento.
El odio, la sinrazón,
al pueblo dominaba,
la gente miedosa estaba
por la nueva situación;
al destino se invocaba,
a Dios se pedía perdón.
Todo el pueblo rezaba
menos quien tenía el deber
y ostentaba el poder
de luchar contra el fascista;
nadie podía entender
la razón del anarquista.
Aquel bellísimo pueblo,
de soñadas primaveras
y de calurosos estíos,
donde sus flores primeras
son lindas y romanceras,
sus amores eran sombríos.
Su olor de sementera,
o la zafra de la caña,
daba un especial color
que el pueblo extraña,
porque a todos ataña
la situación de dolor.
La alegría de sus gentes
el viento se la llevó,
la tristeza pernoctó
en todos los corazones
y la contienda quebró
sus hermosas ilusiones.
Un sentimiento de muerte
por angostas calles corría,
lo cotidiano pendía
de frágiles sentimientos,
petulantes cada día,
nos ingerían más lamentos.
El trajín diario del pueblo
de pronto se esfumó,
y su carácter perdió;
parecía todo muerto
y el pueblo asimiló
lo real y lo incierto.
Sus gentes miedo sentían,
en sus casas se amparaban
y pacientes esperaban
la hora de su destino,
pues el tiempo era cansino
y los días no pasaban.
La gente en sus hogares
miraban hacia la puerta,
nadie la quería abierta
por miedo a la muerte,
pero lloraban su suerte
por ser buena o incierta.
Todo era monotonía
en un pueblo asustado
por esa cruel contienda,
estaba todo atrapado
y todo agazapado
sin tener buena rienda.
La tétrica escuadra
sus calles rondaba,
gracias a la oscuridad
la orden cumplimentaba,
su misión realizaba
matando sin piedad.
La lista era interminable.
Cuando la ronda salía
la noche quedaba fría;
la muerte no tenía precio,
no había mayor desprecio
que la luz del nuevo día.
Porque tanta oscuridad
el corazón oscurece,
solo la luz resplandece
ante tanta aflicción,
nuestro ente se fortalece
exaltando su pendón.
Todo era gran recelo
en un pueblo sin suerte
cuando el ángel de la muerte
sus calles deambulaba,
aquella villa inerte
de miedo se impregnaba.
Cada noche era un duelo.
Sin mediar explicación
y cumpliendo su función,
sacaban de sus frías camas
gentes cuya sumisión
aplacaba fuertes llamas.
Le formaba comitiva
con guardias, condenados
y, a veces, parientes,
sollozaban apenados
tras aquellos arrestados
porque serían sus dolientes.
Conforme pasaban los días
la escuadra nos rondaba
y más gente ejecutaba;
la vida era nocturna
y la mente fija estaba
con luz clara y diurna.
Se pensaba por la noche
y a oscuras se vivía,
porque quién la luz del día
suspirando la esperaba,
con amargura comprendía
que pronto a él le tocaba.
Pronto se sembró de muerte,
el pueblo perdió encanto,
rompió su bello manto
y quedó al descubierto;
fue momento incierto
de mucho dolor y llanto.
Fue un comienzo de guerra
donde quedó bien patente
el preámbulo del frente,
mucha gente murió
como vil delincuente
qué gran daño causó.
Desde el primer momento
dos facciones se formaron,
dos Españas afloraron
en gentil tierra de ciegos,
pues con sus malditos egos
sus voces no callaron.
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