Fiesta obligada.

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Los días se fueron sucediendo, con ellos contamos los meses y, al igual que se va la vida, se fue otro año.

Hoy, de nuevo, se celebra la fecha de tu cumpleaños.

Aparte del nacido, sabes a quién me gusta felicitar. Así que me he acercado al mar y, en el devenir de las olas, converso con ellas. Unas llegan serenas a la orilla. Otras  en su juego, acarician las piedras y las demás, mueren en la arena.

En esta expresión hace de mensajera la brisa y, enredadas en el viento, quiero que te lleguen las palabras.

Te parieron en primavera. Eres tan alegre como el trino de los pájaros que, en esta estación, cantan con su mejor voz.

Dejaron que descalzo corrieras por los campos,  para que al respirar su olor te volvieras, sensible, como una flor.

Llegaste en el tiempo de la renocación y desde dónde estoy te miro y veo cumplidas mis ambiciones.

Es cierto que mi presencia ya no está contigo, que tus oídos con mi voz, no se endulzan, pero en la distancia te cuido y cada noche, con mi cariño, te abrigo.

Sé que son otras las mujeres que ahora te miman... más, el agasajo de tu madre, ¡ése! por favor no lo olvides.

Voy de camino a la casa. Los días crecen en tamaño y en esa magnitud, dejo volar al pensamiento y con él van los besos que, si estuviera ahí, te daría yo.

Feliz cumpleaños. Perdóname si te hago daño recordando a la progenitora, pero hoy es un día especial para los dos.

 

 


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