El reencuentro

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Que sensación. Jamás había sentido semejante cosa. Toda la razón, todo el sentido común se esfumó. Pero la pasión, el deseo, los instintos, nada distinguen, nada discriminan; sólo anhelan, sólo hacen sentir, hacen desear... Nunca me imaginé que mi deseo se materializara en mi mejor amigo, mi amigo de la infancia. No hasta aquella tarde...

Una tarde cálida de verano. Día de piscina y barbacoa en el patio. Excusa perfecta para una pequeña reunión entre dos familias muy amigas. Excusa perfecta para ver a Antonio, mi amigo de la infancia. Ahh, que decir de Antonio. Aquel chico con el que solía corretear y jugar por horas. No lo había visto en mucho tiempo, pues su padre consiguió empleo en otra ciudad y tuvieron que mudarse. Pero al fin lo transfirieron y pudo volver al vecindario. No se parecía en nada a aquel muchacho flaco con el que solía pasar mis tardes. Aquel chico de piel morena, ojos marrón oscuro, cabellos rizos y negros, sonrisa ancha y cautivadora, la cual es adornada por dos hoyuelos, estaba más seguro de sí mismo. Y claro, estaba más guapo que nunca (increíble como el gym y el tiempo cambian por completo a una persona). En fin. Sentados todos en la mesa de plástico del patio, los adultos platicaban sobre sus trabajos, mi hermano, Manuel y Antonio conversando sobre el partido de baloncesto de anoche y de varias cosas mas. Pero ni caso hacía a la conversaciones. Solamente miraba a Antonio, miraba sus gestos, miraba su sonrisa. Su pecho marcado en aquella camisa blanca, bien apretada a su cuerpo, esa forma atrevida de sentarse con las piernas bien abiertas, dejando ver sin disimulo lo que hay en su entrepierna...

-¿Qué estás pensando, Montserrat?- Me dijo mi padre mientras me sacudía.

-Na... Nada, papá. Veía unos pajarillos que se posaron en una ramita. Es todo.

-Anda hija, no puede ser que estes mirando pajaritos mientras estamos todos aquí, sobre todo tu viejo amiguito Antonio...-Me dijo mi padre mientras me daba un golpecito con el codo y me miraba de forma burlona. Aquel gesto de mi padre me hizo incomodar bastante, no solamente por el tono en que lo dijo, sino por acentuar la frase "tu amiguito Antonio" de una manera que le hizo ver a él que su presencia (y su cambio radical) me ponía nerviosa... y algo caliente.

Terminada la velada Pedro, el padre de Antonio, invitó a mis padres a una exhibición de vinos chilenos que estaba por abrir sus puertas. Sin pensarlo dos veces, mis padres aceptaron la invitación. Aproximadamente a las 6:15PM los padres ya habían partido a su exhibición, dejándonos a Manuel, a Antonio y a mi a cargo de la casa. Mi hermano y Antonio entraron a casa para ver el partido de fútbol, que ya estaba bastante adelantado, mientras yo me quedé limpiando y organizando el patio.

-Par de inútiles, me dejan aquí sola con todo este desastre... Pero que se puede esperar de los hombres?- Decía yo refunfuñando mientras plegaba las sillas y las metía en la cochera.

Al fin había terminado de recoger todo y estaba agotada. Me senté por un rato en la tumbona que estaba al lado de la piscina, hasta que al fin me recosté. El cielo, ya oscurecido, comenzaba a llenarse de estrellas. El viento fresco, el ambiente tranquilo, el suave canto de las aves, los aromas delicados, el cansancio por la labor recién terminada, todo terminó por aturdirme, y allí me quedé dormida. Al cabo de un rato desperté. Estiré todo mi cuerpo al mismo tiempo que tiraba un bostezo. Finalmente, me levanté de la tumbona y me dirigí a la cocina. Miré el reloj de la cocina, el cual indicaba las 7:37PM.

-Vaya, que tan larga es esa exhibición?. Bueno, seguro no tardan en llegar.

Le resté importancia a la salida de mis padres, así que me dirigí al baño para quitarme el bikini y darme una ducha. En el trayecto, me di cuenta de que Manuel y Antonio no estaban en la sala viendo el partido, lo cual me pareció muy raro.

-Mmm, a donde se habrán ido esos dos?

Finalmente llegué al baño y cerré la puerta. Allí me detuve a contemplar mi cuerpo en el enorme espejo. La verdad mi cuerpo no estaba tan mal. Piel trigeña, cabello color azabache y largo hasta la espalda alta, ojos grandes de color marrón oscuro. Oh, nunca me había fijado en mis labios; carnosos y rojos. Me parecieron muy sensuales en ese momento. Mi cuerpo no era como el de una chica fitness; era el cuerpo de cualquier chica hogareña; senos de tamaño medio un poco de grasa en el área abdominal, caderas y cintura anchas que dibujaban una figura bastante agradable. Me preguntaba si Antonio pensaba lo mismo...

 

                                                            Continuará...

 

 

                                                         


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