La última primavera

El primer día de mi última primavera supo hacerme feliz sin desvelarme un final cercano en el tiempo, en esos días ni reparaba en el paso de las horas, ni en el ir y venir del sol. En su marcha por los días que tanta dicha me prestaban en la miel saboreada  muy lentamente de sus labios, buscando siempre la complicidad de ese torrente de deseo que nos liberaba ya indefinidamente de las cadenas del tiempo maldito que tantas veces nos hunde en su insistencia de quebrantar nuestro derecho al movimiento. Se me antojaba día y noche que vivía en su cabeza, que la palabra desolación estaba ahora caduca y sólo me inspiraba pena, el rencor y la desolación no encontraban ya en mi lugar de paso. Retar a la imaginación después de pasar horas entre sus brazos. Creía arder cuando su piel rozaba la mía, sentir en más de una ocasión que si me girase sólo un poco estaría su cuerpo tan cerca del mío como para poder sentir que se completaban todos mis anhelos. El primer día de mi última primavera me desnude ante la vida para desaparecer para siempre sin yo saberlo entregado a su mirada.