La primera vez que puse mis ojos en aquella chica supe que nada podría frenar mi deseo, fue instantáneo. Sus ojos observando todo el extenso local, su cuerpo vibrando junto la música, la forma determinada que meneaba la cintura. Era el paraíso en la tierra en forma de mujer.
No fue difícil convencer a la chica de llevarla a la habitación. Gotículas de sudor se hacían visibles por su abdomen definido y sus piernas torneadas estaban descubiertas, sus cabellos ondulados y oscuros descendían por su espalda como una cascada y sus labios estaban secos. Pero lo más marcante y desafiador sin dudas era su mirada tan absurdamente atrevida, que rercorría todo mi cuerpo dejando nítido su deseo: sexo.
Mis ganas eran follarla allí mismo, en cuanto subíamos las escaleras que llevaban a las habitaciones. Pasé los brazos alrededor de su cintura posesivamente, paseando con ella por ahí como si fuera un trofeo, dejando a muchos tíos con una envidia casi palpable. Sonreí, prepotente, arrastrándola hasta un cuarto vacío y tirándola en la cama. Cerré la puerta con la llave y la encontré removiendo su sujetador y mirándome sugestivamente, mordiendo el labio inferior abruptamente con la intención de provocarme, que me causó un efecto desconcertante.
Avancé sobre ella, chupando su cuello ávidamente y haciendo con que un protesto escapase de su boca. Mis manos fueron hacia sus senos, apretándolos con fuerza y haciendo su cuerpo temblar bajo el mío. No aguantaba más, mi erección me hacía daño por los pantalones más justos. Desabroche el cinturón y bajé los pantalones.
Ella se quitó la falda, tirándola a cualquier rincón de la habitación. Estaba furioso, la deseaba, necesitaba calmar el deseo creciente que me consumía.
La penetre fuerte, iniciando ya un ritmo acelerado. En otras circunstancias haría con que me cansase más rápido, pero ya me sentía a punto de explotar.
Ella gritaba, como si su intención fuera que la oyeran hasta los del salón de abajo con aquella música alta. Me sentía en el paraíso, su sexo estaba mojado y hacía deslizar mejor. La miré, tenía las mejillas de color rojito, lo que la dejaba aún más sexy y me excitaba más, ella pareció sentirme más duro en su interior y sonrió entre sus suspiros.
Salí de dentro de ella y explote, llegando al límite y corriéndome en las sábanas. Ella demostró molestarse, no había gozado aún y la había ‘’abandonado’’ sin aviso.
Me acerqué de sus piernas, dando a entender que iba a terminar el trabajo con la boca, sus ojos se nublaron de deseo y un gemido arrastrado salió de su garganta, la miré, le sonreí largamente y cuando estaba pronto para devorarle me alejé de ella, juntando sus piernas con las manos y levantándome, cogiendo mis pertenencias tiradas por el suelo.
- Que puta mierda piensas que estás haciendo? - me preguntó, llena de rabia. Mi sonrisa se alargó más - si es que tal acontecimiento era posible - y le guiñé un ojo, saliendo de la habitación con el ego inflado y divirtiéndome con la situación.
Había sido bueno provocarla de esa manera.
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