Caballeros sin honor
Presuponemos muchas cosas sin la menor dificultad en ocasiones que así lo requieren de nosotros, sacrificando lo venidero por palabras y gestos huecos de presuntos impostores ya descubiertos. Por eso lo de “presuntos” es algo que adorna la frase pero nada más, como hacen a su vez ellos con su oratoria. Muere cada día el compromiso en su boca, representan la deslealtad, vacían las arcas con alevosía sin titubear mientras el ciudadano perplejo no da crédito a un virus del que no es posible hablar con distancia. Está instalado aquí y allá, se respira ya en el ambiente, se anuncia de mil formas para vergüenza de pocos e indignación de tantos. Estos “caballeros” han existido siempre como lacra indeseada que se incuba en el mismo sistema. Han medrado y causado mil disparates que sólo pagarían los indefensos, aquellos que reciben el mazazo de golpe y porrazo, sin poder anticipar una reacción en la mayoría de ocasiones. La virtud no se vende, no se alquila, no se casa con el más apuesto. Así estos “caballeros” son la continua repetición de locuciones absurdas pensadas de cerca, una ponzoña crónica e insaciable por pellizcar una porción de poder. Un momento de altura sin ojos ni alma para ver, estos “caballeros” ya no son bien recibidos en ningún lugar, la política rechaza la lacra acomodada de esos pocos que oprimen a muchos. El daño ya está hecho y los costes no se pueden asumir, las personas pierden la fe en la posibilidad de llegar a ser representados por una persona honrada que vele por sus esperanzas. Vivimos tiempos sin las mínimas garantías, se abusa de las circunstancias de nuevo y quizás con más ahínco. Ya no se teme la respuesta a esas tropelías y corruptelas. Estos “caballeros” ya desconocen la misma condición de ese apelativo, ni las formas en sí mismas.
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