La primera vez que me enamoré tenía 12 años. Soñaba con la idea de que alguien me gustara pero simplemente no llegaba nadie que me llamara la atención. Empecé un diario y, por diversión, cada noche cuando escribía, me narraba a mi misma enamorada de un joven vecino con el que aveces jugábamos mis hermanos y yo. Y me enamoré, lo que empezó como un juego se volvió realidad. No recuerdo haber sentido nada igual de nuevo. Tenía el pelo negro en forma de hongo, era bajito y tenía unos lindos ojos café que siempre me resultaron un misterio. Recuerdo como si fuera ayer cuando me dijo que le gustaba.
-La persona que me gusta comienza en T y termina en U.
Y por varios segundos mi corazón salto agitado mientras mi mente pensaba quien era la afortunada cuyo nombre comenzaba por t, que había entrado en el corazón de mi amor.
Luego sus ojos llenos de curiosidad al ver mi gesto me hicieron caer en cuenta de que se refería a mi. Recuerdo que sonreí inocentemente como una tonta enamorada y luego el se fue corriendo a su casa ya que había llegado mi abuelo y no nos podía ver hablando. Sentir que eres correspondido por alguien a quien quieres es uno de los mejores sentimientos que pueden existir en el mundo.
Pero la felicidad no me duró mucho... Resulta que también le gustaba otra niña, cuyo nombre no comenzaba con T no terminaba en U (jajaja) y sufrí mucho cuando los venia en el colegio tomados de la mano, o como cuando sus ojos la miraban con el cariño con el que deseaba que me mirara a mi. Mi amor no correspondido por el duró cuatro largos años hasta cuando por fin dejé de saber de el y el mar del olvido se encargó de borrarlo de mi corazón. Poco tiempo después reapareció en mi vida solo para causar más sufrimiento. Vivía de ilusiones pensando que el me quería tanto como yo lo quería a el, que su amor por mi eran tan puro y sincero como el que yo había sentido siempre por el. Pero tristemente al final me di cuenta de que era solo eso, una ilusión que no seria nunca lo que yo quería que fuese, y solo el tiempo y la distancia lograron sanar mi corazón que incluso hoy tiene miedo de sentir tanto dolor como aquel que el chico de los ojos misteriosos me hizo sentir.
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