Psicología

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No estaba muy bien, había decidido ir a una psicóloga, una "comecocos" como él llamaba a esa gente. No estaba seguro de que funcionara pero ya no tenía nada más que perder. Se encaminó hacia la dirección que tenía apuntada en un arrugado papel que ya había ido antes a la papelera. Estaba cerca de su casa, unas cuantas calles más arriba. Le atendieron enseguida, una chica rubia, de mediana estatura y con el pelo largo. Era muy guapa y tenía el cuerpo atlético. En las paredes de la casa colgaban premios de deporte y el título de psicología.

-Pasa-dijo ella con una sonrisa enorme en la cara.

Él sonrió y se sentó en el sofá, tal y como ella le había indicado. Tuvieron una conversación bastante animada, como si fuesen viejos amigos que llevaban tiempo sin verse. Sin duda no era cono él se esperaba, se sintió bastante bien pero quizás demasiado: tras contarse muchas cosas el uno al otro, a él se le vinieron muchas cosas a la cabeza, con ella, quería sexo, sí, eso era. Se pensaba acariciando su delicado y bello cuerpo, besando cada centímetro de piel y erizando sus dorados cabellos. Alicia pareció haberlo notado y con la misma mirada se sentó sobre su regazo, cuestionando toda su carrera profesional. Tras un largo beso le quitó la camisa y acariciando el pecho de Jesús notó como algo se endurecía y crecía debajo de ella. Se desnudó delante de él. Meneó su culito desnudo ante su cara asombrada. Él permanecía inmóvil, sin saber que hacer. Alicia le susurró algo al oído, y él le agarró las nalgas. Liberaron al pene completamente erecto y ella comenzó a acariciarlo. Pasó su suave lengua sobre el escroto, jugueteó con sus testículos en las manos y se la metió entera en la boca. Lamía ferozmente cada milímetro de su miembro. Jesús le agarró al cabello y marcaba el ritmo, más acelerado, y más.... Hasta que se vino en su mágica boca. Después Alicia se sentó de nuevo sobre él, pero esta vez desnudos, y lo cabalgó. Subía y bajaba, él con las manos pegadas a su trasero y ella poniéndole las tetas en la cara y arañándole la espalda cada vez que bajaba su cuerpo. Se vinieron los dos. Y luego, ¡quién sabe! Quizás repitieron...


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