Tu Aroma

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Te  vi pasar; y la fragancia de tu piel despedida al caminar despertó mis sentidos… Llevabas ese olor a madera fresca y dura, aroma a pasión.

Mis sentidos se congelaron en el regusto de tu aroma; me quedé pensando lo interesante que sería probar cada poro de tu piel para comprobar si su sabor era tan intenso como tu olor.

Para cuando reaccioné estabas parado en el andén esperando el tren, con maleta en mano me dirigí hacia ti… un nudo en el estómago se hizo de repente, no solía ser tan temeraria y menos con un desconocido pero pudo más en mí esa sublevación de los sentidos en mi cerebro que toda razón lógica.

Llegué frente a ti y con cierto dejo de ironía me miraste, vaya manera tuya de impactar que cuando quise decir una palabra mi boca sólo acertó a balbucear… te pregunté la hora, y tú con una amplia sonrisa de dientes perfectos (y burlona) miraste tu muñeca izquierda dándome a saber que faltaba poco para la salida de mi tren.  Agradecí como pude tu atención y al dar vuelta para alejarme hacia el lugar en donde había estado minutos antes en vez de desearte un buen viaje lo que salió de mi boca fue un “qué rico hueles”.

Una sonora carcajada invadió mis oídos, me voltee hacia ti sonrojándome al darme cuenta que externé mis pensamientos en vez de callarlos. Me miraste detenidamente, y tu mano derecha tomó mi quijada y volteando de lado a lado mi rostro me inspeccionaste.

Tu mirada de aprobación no se hizo esperar, fue la primera vez que me reflejé en tus ojos negros cual abismo en los que podría perderme fácilmente. Algo en mis entrañas revoloteó… la anticipación de quererte dentro de mi vientre y saboreando mi cuerpo surgió de la nada, pude observar como tu mirada se oscurecía aún más percibiendo mi deseo.

Tomando mi rostro con tus dos manos prendaste tu boca de la mía, sin permitir que correspondiera al beso que me dabas, yo; sorprendida por el hecho solo acerté a mirarte con los ojos muy abiertos, era tal la persistencia de tus labios que después de unos minutos solo suspiré, cerré los ojos y mi cuerpo comenzó a temblar llenándose de pasión y anhelo de tu cuerpo. Un sollozo ahogado salió de mi garganta, soltaste mi rostro y me tomaste fuertemente entre tus brazos, de manera tal que casi no podía respirar.

El tren llegó de repente, volviste a mirarme con tu negra y profunda mirada; tomaste una tarjeta de tu cartera y la pusiste en mi escote a la par que me decías “llámame” te dirigiste al vagón más cercano sin mirar atrás, y yo temblorosa aún por la fuerza de tu abrazo, cerré mis ojos al sacar lentamente la tarjeta de entre mis senos y en el roce del duro papel volví a suspirar.

El impacto que causaste en mi mente y en mis sentidos fue devastador, miré detenidamente la tarjeta que me habías dejado y la guardé en mi cartera. Tu tren se había marchado y estaba arribando el mío.

Ya en casa me puse a repasar cada instante cerca de tu cuerpo… tomé mi cartera y saqué la tarjeta de presentación que me habías dejado y desde mi cama te llamé.

No sé  si esperabas mi llamada… me presenté formalmente a ti, charlamos un poco de vaguedades y quedamos para “tomarnos un café”.

Legó el ansiado momento de nuestro encuentro… yo tan nerviosa como estaba salí un poco más temprano, escogí la mesa en que había de esperarte pedí un americano y me dediqué a pensar en lo que pasaría.

No tardaste mucho en llegar… me saludaste de beso en la mejilla y te sentaste frente a mí para charlar… tu aguda mente me hizo admirarte… era la primera vez que un hombre me dejaba muda con sólo una palabra… te escuchaba tan atenta que me absorbí del mundo y sólo estaba pendiente de ti; de vez en cuando te preguntaba algo hasta que me perdí por completo en tu boca pensando cómo sería volver a besarla… te miré a los ojos sin percatarme que habías guardado silencio, me mirabas fijamente y en tus ojos una llama de deseo se encendió a la par que los míos… delineaste mis cejas con tus dedo índice y corazón derechos, acariciaste mi mejilla con el dorso de tu mano e hipnóticamente acercaste mi boca a la tuya… un suave beso depositaste en mis labios ansiosos, me tomaste de la mano  y me llevaste al auto.

Todo el trayecto al hotel lo hicimos en silencio, de vez en cuando volteabas a verme y me acariciabas; yo solo acertaba a mirarte, a dejarme envolver en ese aroma intenso que enerva mis sentidos y me hace anticipar el momento en tenerte desnudo frente a mí.

Llegamos al hotel, comenzaste a besarme y lentamente nos desnudamos uno a otro… apreciaste mi cuerpo y el deseo de tus ojos hizo presa de los míos, un fuego intenso nos consumió a tal grado que recorriste mi piel con tus manos, con tus labios… comencé a jugar con las yemas de mis dedos en todo tu cuerpo, a encajar mis manos en tu cabello, en tu espalda, mientras tomabas con tu boca mis pezones y con tu mano mi clítoris… lamiste, jugaste, mordisqueaste… yo solo acertaba a seguirte acariciando por todo el cuerpo; tomé tu miembro erecto y comencé a mover mi mano rítmicamente… sentí como te ibas tensando cada vez más.

En un movimiento más bien brusco que pensado me tomaste ambas manos al nivel de la cabeza y enterraste tu daga en mí… un grito de placer más que un gemido salió de mi garganta y a la par que movías rítmicamente tus caderas contra las mías tu lengua experta me poseía hasta el alma.

Jugamos por horas, intercambiando posiciones, palabras, miradas… haciendo que la llama del deseo nos consumiera… pero mientras más intentábamos apagar el fuego más nos encendíamos... esa necesidad el uno del otro cada vez era más intensa, más fiera… te enterrabas más profundo en mí y yo te recibía gustosamente, gritando de pasión no contenida queriendo absorberte todo… esas ansias de nuestros cuerpos eran tan fuertes… como si mi alma reconociera a la tuya de historias de vidas pasadas; almas condenadas a amarse eternamente, que cuando se encontraban solo había un final predestinado: unirse irremediablemente sin saciarse nunca del deseo, pasión y amor.

Pasaron las horas… y apenas recuerdo cómo te vaciaste en mi vientre, en mi boca, en mi cuerpo… una y otra vez llenándome de tu semilla, llevándome al paroxismo de la pasión… embriagando mis sentidos con tu lascivia… llenando de deseo mi mente para entregarme en cuerpo y alma a lo que quisieras…

Me he mirado en tus ojos y me envuelvo en tu aroma; en ese abismo al que iré gustosa con las manos atadas, donde no hay tiempo ni espacio, donde las arenas del reloj sólo nos hacen pertenecer el uno al otro a pesar de la vida y la muerte…  caigo en ese abismo que me lleva de ida y sin retorno al amor.

 

Malu Ramírez


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