Sabor tentado,
dulzor de altura,
Vestido el esqueleto para alejar toda sospecha de muerte
Asomado a la holgura de unos huesos férreos y empalizados
El viento roe la imaginación abriendo pasadizos fúnebres
Y disuelven la acedia del corazón las sombras de unos pasos trocados
¿Hacia dónde desciende ese furor por la escalera del vértigo
sin encontrar más oposición que el arrepentido grito ahogado
que incrédulo observa?
En esa precisa noche, en ese mismo balcón, en aquella mesa,
nuestros cuerpos eran los únicos que habían ascendido vigorosos
como héroes trágicos siguiendo el sendero marcado de un tambor
latiendo rojo, hablando en sacrificio,
Nuestras almas prefirieron no subir,
Prefirieron no tentar las ramas más altas del destino
Y desde abajo nos hablaron como se le habla a las tumbas
En silencio y oración
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