Encontró su media naranja, su otra mitad. Mismo aroma, mismo sabor. Juntos podían hacer el zumo perfecto, con el punto justo de acidez en perfecto equilibrio con el dulzor. Sin más añadidos ni aditivos. Un jugo fresco cargado de olor a recién exprimido, con todas sus vitaminas y propiedades.
Pero algo no encajaba. Las medias esferas que habitaban no tenían el mismo diámetro. Sus pieles no tenían el mismo tacto, una más suave y la otra más rugosa. Sus bordes no tenían el mismo perfil. Uno cortado con cuchillo perfectamente afilado y el otro con irregularidades, muescas y jirones ajados, como si se hubiera desprendido de su otra mitad a tirones. No se acoplaban, no pertenecían al todo que querían lograr.
Era su media naranja a la mitad. Media complicidad, media lealtad, media amistad, media pasión, media verdad… a medias transitaron la mitad del sueño que tenían de completar una unidad.
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