Siempre estuviste ahí, siguiendo mis pasos visibles, pero ignorando los precipicios interiores en los que me lanzaba al vacío.
Siempre viste la sonrisa que disfrazaba mi infelicidad, mi abandono vestido de generosidad. Mil palabras te dije, mil preguntas te hice y tu respuesta siempre fue la misma.
Mi felicidad era la tuya y esa no estaba en mis manos.
Cansada de buscar mis ojos en los tuyos, mi placer en tus manos, tiré la toalla y me refugié en otras palabras.
Historias inventadas. Vidas prestadas. Sueños de barro que se deshacen con mis lágrimas. Inicios. Comienzos. Puntos y a parte.
Empezar nunca resulta fácil, levantarse tras las caídas un duro esfuerzo. Vemos nuestras heridas en las rodillas, pero no prestamos atención a la mano que nos tienden.
Ahora veo tus lágrimas en las mías, tu angustia en la mía y tu amor en mi traición.
Hoy tus ojos me muestran que no hay rencor, que mi culpa es por amor y seguir adelante se hace con el caminar de los dos.
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