Cosas de pareja

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Ese del rincón que está fumándose un cigarrillo es mi marido, y éste que tengo encima follando-

me ni siquiera sé cómo se llama. Es mi marido quien se encarga de citarme con ellos para que

me follen. Yo no sé nada de la vida de ninguno. Esto es solo sexo y ya está, nada de mierdas

sentimentaloides; yo solo quiero a mi marido. Al principio pensé que si quería que hiciera es-

to era porque yo no le importaba lo suficiente, que no me valoraba. Después de un tiempo,

en que nuestro matrimonio parecía perderse a la deriva, accedí a follar con otros tíos solo para

agradarle, porque en eso se basa el amor, ¿no?, hacer feliz al otro sea como sea. Esto es lo

que a él le hace feliz. Ahora mismo sé que tiene que estar bastante empalmado y húmedo. Es-

te tío que me está metiendo la polla no lo hace mal. Es joven y guapo; mi marido es muy deta-

llista en ese aspecto. Reconozco que sabe follar. Folla muy bien. Demasiado bien. Lo tiene to-

do demasiado estudiado. Se nota que ha hecho esto otras veces. Sabe cuando sacarla y cuan-

do meterla. Con el tiempo he llegado a sentir placer, lo reconozco, pero no es igual que cuando

lo hago con mi marido porque a él lo quiero. Este chico tiene las manos suaves. Ahora cambia-

mos de postura y soy yo quien se monta encima de él. Busco su polla entre mis piernas y me

la introduzco muy despacio porque hace poco estuve con la regla y lo tengo algo irritado. Dan-

zo sobre su polla y me contoneo. Me corro una y dos veces antes de que me saque la polla,

se quite el condón y se corra en mis pechos. Su semen mana de él como una fuente. Me sien-

to como una puta, pero reconozco que me gusta. Al fin cae derrotado a un lado exhalando como

loco. Me pregunta que si me ha gustado y le digo que si con la cabeza. Después de un rato, en

el que mi marido ya va por el tercer cigarro, se levanta de la cama y va al baño sin reparar en la

presencia de mi marido. Mi marido y yo aguardamos en la habitación del hotel sin hablarnos sal-

vo con las miradas. Sé que está a cien y solo espera a que el otro tipo se vaya para poder follar-

me con ganas. El chico sale del baño y ahora soy yo quien se levanta y va a la ducha. Cierro la

puerta y me meto bajo un agua tibia que borra todo rastro del semen sobre mis pechos. Afuera

mi marido charla con el muchacho. Aquí nadie cobra ni nadie paga por nada, solo se tienen que

seguir ciertas reglas y luego si te he visto no me acuerdo. Bajo la ducha la cabeza parece sere-

narseme un poco y me hace recapacitar sobre en lo que me he convertido por amor. Si alguien lo

supiera, me moriría de la vergüenza. Siempre procuramos hacerlo en cualquier ciudad menos en

la nuestra. Mi marido pone algún anuncio en alguna pagina de contactos y al instante tiene un

montón de candidatos haciendo cola para probar mi cuerpo. Salgo de la ducha y me cubro con

la toalla. Mi marido entra desnudo y con la polla empalmada. Me da la vuelta salvajemente y

me penetra por detrás. Suelto un grito frente al espejo del lavabo y cierro los ojos por las salva-

jes embestidas. Su polla es acero puro que amolda mi coño con facilidad. Agarra mis pechos

por detrás como si sujetase las bridas de un caballo y empuja sin piedad. Ójala pudiera gritar y

decirle que no pare, que estoy apunto de correrme, pero el placer me lo impide y eso me gusta

mucho. Lleno el espejo del baño con mi aliento caliente y me lamo a mi misma en el espejo. No

sé por qué lo hago, puede que sea fruto del éxtasis o un anhelo no consumado de egocentrismo

lésbico. Me clava sus manos en la cadera y gime nervioso. Se va a correr de un momento a otro

dentro de mí. Ahora si que grito, algo que no suelo hacer con ningún otro hombre. Él da el últi-

mo coletazo antes de correrse y me golpea con la cabeza en el espejo. Siento algo de dolor y

es posible que luego tenga un chichón, pero ahora solo pienso en que su semen me invada

tan calidamente como un ejercito invasor en un país extranjero. Siento la humedad creciéndome

por dentro, la lefa campando a sus anchas por mi vagina. Saca su polla de mi coño y me da la

vuelta para besarme. Reímos como dos tontos. Como cuando follábamos al principio de conocer-

nos. Me levanta con sus fuertes brazos y me sienta sobre el lavabo. Vuelve a abrirme de piernas

y a penetrarme de nuevo. Necesita mas, los dos lo necesitamos. Le vuelve loco mi coño. Verme

follarme a otro tío crea en él lo mismo que a un novio que tuve de adolescente que se metía co-

ca y no podía dejar de follarme aunque la polla se le cayese a cachos. Me espatarra bien y po-

co le importa si mis piernas dan mas de si. Que polla tan dura y llena de venas. El coño se me

seca contra mi voluntad, malditas compresas. Me saca la polla y escupe en mi coño un par de

veces como con furia por no permitirle la entrada. Vuelve de nuevo al ataque. No tarda en correr-

se de nuevo. Esta vez la saca fuera y deja que unas cuantas gotas blanquecinas se desparra-

men por mi coño. El semen me resbala por él hasta caer al suelo, donde será lavado por la de

la limpieza. Mi marido cae derrotado hacia atrás y va a dar a la cama. Me limpio el coño con la

toalla y voy a tumbarme junto a él. Nos besamos, esta vez con ternura, con amor, porque nos

queremos mucho.


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