Geraldine...¿eres tú, Geraldine?
Explícame qué pasa, porque no comprendo...
Lo tengo todo, antes incluso de saber lo que el poder significaba ya me había sido otorgado el éxito y la influencia; nadie nunca antes había empezado desde un lugar tan privilegiado, desde tan arriba, y descendió tan bruscamente hacia la tierra cenagosa de la empantanada alma humana.
`Preciso es vivir lo que la vida impone...
Lo sé Geraldine, lo sé bien, miles de veces de tus labios esa misma frase he escuchado, pero mi vida no es mía, yo no he conseguido nada, todo me ha sido entregado como una inmerecida medalla.
Geraldine, te pregunto a ti, tú que me has querido por otra clase de gracia, tú que has dormido mis miedos con la ternura constante de las palabras amables, ¿podrá alguien llegar a comprender, el vacío, la extrañeza y el frío, que tan míos siento? Si alguien llegara si quiera a imaginarlo...me bastaría para no sentirme tan solo, para creer con esperanza que una alternativa es posible.
No hago sino constatar tu marcha...Geraldine...¿por qué has huído? ¿de qué escapabas? Te has zafado de los hombres mezquinos e injustos, pero también de los hombres buenos.
No me siento capaz de hacer el bien si no estas aquí, mi voluntad flaquea, se duermen mis fuerzas en la apatía irremplazable y bajo la guardia ante la llegada súbita del miedo; un monstruo que solo puedo ahuyentar superándolo en espanto, crueldad y violencia. Un miedo que nace en mí como un grito desgarrador de cuyo arrebato e influencia me es imposible escapar, pues se esconde entre las desgraciadas ruinas de mi corazón saqueado, en rincones proscritos circundados por el fuego de los asedios de la infancia.
Tengo miedo Geraldine, y la luz de tus ojos dulces han sido velados para siempre por el telón inmóvil y perpetuo de esta lápida. Solo puedo releer una y otra vez esa frase tuya en ella grabada:
...porque la muerte no habla.´
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