El amor lo cambia todo

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El corazón habló y el amor no se detuvo en razones.

Entre el temor y el deseo se acabaron las luchas y, por fin, se hizo la fecha.

En la partida, de mis ojos, una lágrima atrevida se escapa. Para que no se rayen los tuyos, quiero, porque sé que para dónde vas no hay, que de la isla, en tu retina, conserves este recuerdo.

En la distancia, con el mismo azul, el cielo y el mar se juntan.

En el puerto, asentadas, se quedan las montañas de La Isleta.

El murmullo del mar se agota. En su descanso, el océano se divide y, en su generosa mitad, la barra se desnuda y nos regala con holgura, esta preciosidad de playa.

El agua se vuelve cristal. En su fondo, rocas caprichosas y verdes se dejan mirar y, en su quietud, se contempla el nadar de algunos peces.

Bajo un sol resplandeciente, las gaviotas sobrevuelan el lugar y, desde su altura, otean cómo la Peña de la Vieja, orgullosa, muestra su silueta.

No hay hamacas y apenas gente.

En su desierto, la arena, más rubia parece.

En medio del éxtasis, la realidad que se avecina golpea.

Una brisa se levanta y, además de acentuar el olor a marisma, cambia el movimiento.

En ese respirar, las olas se despiertan, pero el dolor de tu marcha les quita la fuerza y las hace llegar, sin vida, a la orilla.

¡Raquel!

Despedidas y recuerdos…

El Roque Nublo no se hizo de menos y, en la emoción, con un poquito de su tierra plantó un almendro que, junto con el ciruelero y la flor de la papa crecida, Tejeda quiere que, contigo, la lleves.

En las palmeras los alisios se detuvieron. Las ramas de éstas, en su contoneo, muñecas de manos alzadas se volvieron, para en el adiós, acompañarte.

Sin tu voz se queda el coro y, todos nosotros, sin la entrañable compañía.

¡No es fácil cubrir tu amplitud! El hueco sabiéndote feliz, con otra profundidad se mide.

En la distancia, el eco de tu risa abierta, nos hará reír.

En tu espacio, querida niña, se abren nuevos caminos. Dejas las raíces para continuar tu historia en otros destinos.

En un trocito de mi alma, te quedas prendida.

¡Mírame! en el vuelo de una mariposa, en la siempreviva o en la flor de la violeta.

Te quiero y, por tu amor y estima, por tantas veces tenerme en cuenta… me siento privilegiada.

Ahora atiende mi sugerencia:

Cuida al amor. Aunque cambie la estación, no dejes de mimarlo. Y aprende a mantenerlo, por siempre, vivo y encendido.


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