Un dia pensé que escribir era el remedio para todos mis males. Buscar las palabras correctas para expresar los sentimientos precisos... Cómo expresar sin caer en el ripio, en el lenguaje vulgar y burdo, retórica sencilla y con estilo... En cierta forma me relajaba, me mantenia ocupada. Como la que hace ganchillo, o pinta, o sale a correr por la tarde. Escapar de la monotonía por medio de la palabra. Mas que una forma de relajarme era un extraño método de terapia. Mi particular ejercicio de deshago.
Un cuaderno iba acumulando pedazos de mi. Unos con sentido y otros sinsentido. Frases sueltas, poemas adolescentes, relatos breves, comienzos inacabados, cartas sin enviar... Todos guardados en un cajón. Sin lector pero con destinatario. Mitad verdad con aderezos de fantasía. Mitad mentira con trocitos de mi vida...
Luego desaparecieron los cuadernos y mis palabras se amontonaban en archivos informáticos. Combinaciones interminables de ceros y unos intangibles. Ahi. En cajones virtuales. Ordenados primorosamente en carpetas amarillas.
Escribir dejo de ser suficiente. El nudo seguia en la garganta. El peso seguia oprimiendo la boca del estómago. Publicar. Otra salida de locos. Un blog, una web...
Solo habia que teclear, dar a publicar y la magia se hacía. Un escaparate al alcance de tantos y a la vista de nadie. Alguien que leyera...era todo lo que pedía. Alguien que encontrara en mis palabras sus propios sentimientos. Provocar un rechazo, una empatía, una compasión...
Pero no fue suficiente. Nadie contestó. Era como meterlos en el mismo cajon de cuadernos de hojas amarillentas.
Entonces comprendi que escribir no era el fin en sí. Lo que me regalaba paz era comunicar. Codificar mi mensaje para expresar y transmitir. Pero ese proceso no esta completo sin ti.
Tu silencio deja incompleta mi terapia. Devuelve mis deseos al cajón. Escribir sin lector ya no es la solucion.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales