Despedida de solter@
Por Allan
Enviado el 21/07/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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No veía a mi primo Nicolás desde hacía años. Por eso me pareció extraño que me invitara a la boda. Ni tan siquiera conocía a la novia.
La noche antes del enlace salí con él y sus amigos. Lo que en principio sólo iba a ser una noche de amigos y cervezas degeneró en copas, discoteca y.... putas. No aguanté demasiado en aquel lugar. Aún a riesgo de que se me tachara de mojigato, pasé de rusas colagenadas con las tetas operadas y salí fuera a fumar un cigarro en lo que el resto baboseaba a las chicas. Al terminar pensé en entrar de nuevo, pero desistí. Me iba a aburrir mucho, por eso decidí irme al hotel.
Por el camino, atravesé un parque donde vi a una chica llorando en un banco. Por tonto que parezca me sentí atraído por aquella mujer. Era menuda, con un pelo castaño y corto que no llamaba la atención. Sus ropas no marcaban su figura y las enormes gafas que llevaba no le ayudaban en nada. Quizá por aquella sencillez me sentí atraído. Así de raro soy yo. Le ofrecí un pañuelo y ella me lo agradeció. Le pregunté por qué lloraba pero no quiso explicármelo. Tan solo me dijo que se trataba de algo que tenía que hacer y de lo que no estaba muy segura.
Nos enzarzamos en una profunda y mística conversación que nos llevó horas. Me acompañó hasta el hotel, ya que no estaba muy seguro de poder llegar yo solo. En la puerta se intentó despedir pero algo me decía que no quería hacerlo. Por eso la invité a seguir hablando en la habitación.
Cogimos algo del minibar y seguimos hablando.
-¿Crees que soy atractiva?- Me preguntó
No sabía bien qué decirle. A mi si me lo parecía pero entendería que al resto no
-Hay muchas maneras de ser atractiva- contesté en tono conciliador
-Ese es el problema. Los hombres me ven como a una mujer inteligente, con una conversación interesante
-¿No es eso lo que queréis las mujeres?
-Pues no, también tengo tetas ¿ves?
La chica se quitó el grueso jersey y me dejó ver dos hermosos senos.
- Tengo un coño igual que el de todas
Se bajó el ancho pantalón y las bragas estándar que llevaba y dejó ver un coño espectacular. Rasuradito y aun rosáceo. Las gafas igualmente volaron de su cara. Entonces sí que me pareció preciosa. Ciertamente su cuerpo era tan bonito como el de cualquiera. Su actitud en cambio me resultaba extraña.
- Sé que me deseas desde que me viste- me dijo después - Pero si me lo vas a hacer, hazlo por mi cuerpo desnudo y no por el prototipo de mujer que represento.
Aquella retahíla de letras me puso a cien. Me levanté y la lancé sobre la cama. Me bajé la bragueta y le mostré mi polla recién empalmada. Ella no se arrugó y al instante me la cogió y empezó a moverla. Aproveché para desnudarme. Entonces se la metió en la boca. Pocas veces me la habían chupado, y por supuesto, ninguna así. Además de una conversación amena e inteligente, un rostro angelical y una calentura inusual, tenía un don natural con la lengua. Cada vez que se la introducía en la boca me hacía ver el cielo. No podía más. Necesitaba follarla con urgencia. Pero cuando intenté hacerlo ella se revolvió me tiró contra la cama.
Se subió encima de mí y no tardó en darle cobijo a mi pene. Con sus delicadas manos aprisionó mis muñecas. Estaba claro que quería hacerme suyo. Mientras le entraba y le salía gimoteaba como un animalillo. Intenté besarla pero estaba claro que pasaba de cursilerías.
Cuando se cansó se puso a cuatro y me mostró el pequeño y delicioso coño le asomaba. Ni aun así quiso dejar de ser protagonista y tras pocas metidas arqueó su cuerpo y alcanzó mis caderas con la clara intención de marcar el ritmo. Vista así distaba mucho de la chica triste y sin alma que había conocido en el parque. Tan solo me dejó gobernar una vez que se hubo corrido. Entonces se puso bocarriba y se abrió entera para mí. A esas alturas mi polla ya estaba a punto de estallar. Le dije que me iba a correr esperando que ella decidiese el desenlace.
Entonces se la sacó y la sacudió en su pubis hasta que lo llenó de mi semen. Caímos los dos rendidos y enseguida nos dormimos.
Cuando desperté ella ya no estaba. Me di una ducha, me vestí y me fui a la boda. Mientras llegaba la novia pensaba que ninguno de los resacosos amigos de mi primo habían tenido una noche como la mía ni pagando. En esa iglesia, tan solo una persona distinta a mi había tenido una noche como la mía. Y esa no era otra que la dulce y tímida chica de pelo corto y castaño y enormes gafas que la noche anterior había echado el polvo del siglo conmigo. Precisamente, la novia, la futura esposa de mi primo Nicolás.
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