Decidido (Final saga Química)

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– ¿Qué? -Julia no lo podía creer, ¿era una estratagema?-. ¿Y qué va a hacer? ¿Qué le han dicho los médicos?

– Han programado la operación para dentro de un par de meses…, serán dos meses muy duros de espera y sin ti…-Ahí estaba el puñal. < No pienso sentirme culpable, si claudico abro la puerta a miles de excusas más>.

– Vaya…, no imaginas cuánto lo siento, pero si puede esperar dos meses estará en una fase muy temprana. Si hay algo que yo pueda hacer…

– Sabes que sí…, pero ya has tomado tu decisión. -Julia intentó mantener la compostura sonriendo de la manera más dulce que pudo sin decir nada.

Fueron veinte minutos eternos, sin saber cómo, pudo manejar la situación manteniendo las distancias y bajaron Gran Vía hacia el autobús para volver a casa. < Por favor no le beses, no le beses>, las palabras de Álvaro, quizá por miedo a despertar lo que él había conseguido enterrar durante tres semanas, retumbaban en la cabeza de Julia. La parada estaba vacía, así que acababa de salir el autobús y tardaría mucho en llegar al siguiente.

– ¿Me darás un beso de despedida? – Y esos ojos azules intentaron secuestrarla para llevarla a tiempos mejores en los que no hacían falta palabras…, solo miradas.

– Eso solo removería todo, sería hacernos más daño.

– ¿Ni siquiera merezco un beso de despedida? -< ¿Acaso no merecía yo algo más en este último año?>.

En ese momento, como caído del cielo, apareció el autobús mientras Julia vio como los labios de Sergio se acercaban peligrosamente a los suyos. Haciendo acopio de todas sus fuerzas, con las puertas del autobús abiertas frente a ella dándole apoyo, giró la cara y Sergio solo pudo saborear su mejilla. < ¡Vaya! Una cobra en toda regla…>.

– Espera por favor no te vayas…

– Quiero coger un buen sitio… -Y sin más… esa fue su despedida. Julia no miró atrás mientras Sergio no perdía de vista el autobús hasta que se alejó lo suficiente para ver cómo su relación tras cinco años había terminado.

Julia miraba por la ventana recordando las veces que había recorrido la Castellana en el coche de Álvaro; era libre, había terminado todo y aún así… esa presión en el pecho no dejaba de presionarle el corazón. < Y ahora ¿qué?>. Su móvil comenzó a vibrar, supuso que sería Sergio y dejó que dejara de sentirlo. No había marcha atrás. Con Álvaro o sin él, sabría salir adelante.

Llegó a casa y se sintió con las fuerzas suficientes para decírselo a sus padres.

-¡¡¿¿Quééééééééé´??!! Pero… ¿Tú sabes lo que haces? Sergio es un chico maravilloso, encontrarás pocos como él.

Su madre no entendía por qué, su padre se mantenía en silencio sin querer influenciarla apoyando su decisión…, y en ese momento Julia lo tuvo claro. < ¿Qué encontraré pocos como él? ¡Qué tengo cincuenta años? ¡Por Dios! Aún no cumplí los veinticinco!>. Tras media hora escuchando sermones y discursos que no la ayudaban nada en absoluto, por fin se encerró en la soledad de su habitación. Se dio cuenta que ya era de noche y llevaba horas sin mirar su móvil.

Tres llamadas perdidas, dos mensajes.

Las llamadas eran de Álvaro, un mensaje de Sergio : “No me olvidaré de ti tan fácilmente, llámame si cambias de opinión y te das cuenta que todo esto es un error…, ¿te acuerdas de nuestra primera cita en Moncloa?”; y otro de Álvaro: “Te llamé varias veces, no quiero ser más pesado. Si viendo a Sergio decidiste que era lo que querías no me contestes aún, nos veremos con todos pero… Da igual, te volveré a llamar”.

< ¡Madre mía! >, marcó su número, llamó y esperó que todo saliera bien. ¿Acaso no era capaz de decidir sin las monsergas de sus padres, más bien de su madre, ni el acoso de ellos?

– Hola…

– Me alegro que llames, pensé que no lo harías.

– ¿Qué haces?

– Estoy fumando en el coche. -Julia no entendía por qué, podía hacerlo en su casa…

– ¿Y eso? Puedes hacerlo en la terraza…

– Estoy en tu portal. -El estómago de Julia voló hacia su garganta intentando salir disparado.

– ¿Qué? Son las once, sabes que mis padres me pondrán mil problemas para salir de casa a estas horas y entre semana…

Sin pensarlo, colgó el teléfono y fue corriendo hacia la puerta… <Ahora subo, no tardo>, y sin oír la respuesta de sus padres cerró la puerta tras ella.

Cerró la puerta del portal y le vio apoyado en la columna del portal de en frente. Se paró, cogió aire y mirando a ambos lados cruzó corriendo la calle. Álvaro tiró el cigarrillo al suelo y se fundieron en una largo y profundo abrazo que sus padres vieron desde la ventana.

– Te quiero, te quiero, te quiero… -Álvaro no dejaba de susurrar las dos palabras mágicas mientras se abrazaban.

– Ni siquiera sabes qué ha pasado. -Julia se separó despacio y le miró, sí, a esos ojos llenos de sentimientos, palabras para ella y mucho mucho sentimiento.

– Estás aquí, no importa nada más.

 

Diez años después…

Tras deshacerse completamente el grupo cuando todo salió a la luz, Álvaro y Julia se dieron cuenta que solo abrieron las puertas a que cada uno hiciera lo que quisiera sin pensar en el qué dirán. Solo tres amigos permanecían junto a ellos. Sergio estaba casado con una mujer, compartiendo casa con ella y sus dos hijos y Álvaro y Julia vivían juntos en un pequeño piso del centro. Enfermedades, fallecimientos y mucho dolor perseguía sus vidas haciendo más fuerte su amor.

Sentados frente al televisor, se miraron y lo supieron…

– Creo que es hora de dar un paso más allá…

– ¿A qué te refieres cariño?

– Quiero demostrar al mundo que te quiero, sufrimos muchísimo para llegar hasta aquí y quiero que todos sepan que no nos equivocábamos cuando decidimos estar juntos. -Las palabras de Álvaro eran realmente sinceras, su mirada no escondía ningún ápice de duda.

– Tengo una idea mejor, iremos al juzgado con las únicas tres personas que se han mantenido a nuestro lado. No tenemos que demostrar nada a nadie más.

Sellaron el acuerdo con un beso… y comenzaron a mirar fechas para celebrar su amor con quien realmente merecía la pena


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