El concierto del sentimiento

Y entonces suena esa canción y el mundo se detiene. Todo deja de importar. Solo existe la conexión entre la letra y la persona, lo demás desaparece. El ritmo cardíaco se ajusta al ritmo musical. La frecuencia de latidos es semejante a la frecuencia de notas musicales. De pronto los sentimientos saltan de su puesto, invaden el alma. Y suena esa canción, esa que no se escucha con las orejas, sino con el corazón. Esa melodía que no te provoca ganas de cantar, sino de sentir. De llorar o sonreír. De vivir o de morir. Y sigue sonando sin parar, llevándote a un mundo aparte. El cuerpo se estremece al ritmo de la música. Los vellos de la piel tiemblan del escalofrío que produce el sonido. Se levantan como si quisieran bailar la canción. La emoción se apodera de todo. La canción se hace eterna, casi tanto como el sentimiento que transmite. El sentimiento que describe un momento exacto de la vida. La canción suena y no para de sonar. Poco a poco llega a su fin y cuando crees que se ha terminado... Vuelve a sonar y te manda de nuevo al concierto del sentimiento.