El doctor que no le creyó (2)

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-Que pasa ahora- pregunto el médico, tratando de ocultar, lo mejor posible, el sarcasmo.

-Mi pecho- dijo con una lúgubre voz, como consiente de un terrible destino, mientras se tocaba el pecho muy suavemente.

-¿Qué hay con su pecho?- pregunto el médico elevando la voz a propósito.

-Siento que…algo...

-Bueno, hay muchas cosas dentro del pecho de las personas, ninguna necesariamente mala.

A pesar de estar muy concentrado con su situación, se daba cuenta del tono irónico del médico, pero decidió ignorarlo.

-Todo empezó anoche- prosiguió, intentando ponerle un poco de seriedad al asunto.

-¿Y qué paso anoche?- pregunto el médico.

-…

-Sí, dígame- pregunto, sin todavía darle mucha importancia al caso, pero el simplemente negó con la cabeza, lo cual despertó algo de curiosidad en el médico –Tendría que contarme, tal vez sea importante para establecer el origen del mal que lo aqueja.

La curiosidad, en este punto, había borrado todo rastro de ironía en la voz del médico, ahora definitivamente quería saber lo que había sucedido.

-Creo que sería bastante conveniente que me cuente, en todo caso no voy a poder ayudarlo y francamente tampoco veo el sentido de haya venido.

El hombre suspiro profundamente y luego se levanto de la silla y comenzó a mirar hacia el horizonte, o por lo menos donde el calculaba que era el horizonte, porque dentro del consultorio era solo un pequeño cuadro abstracto colgado sobre una pared.

-Anoche conocí a una mujer, y me robo el corazón- dijo finalmente el hombre de forma casi poética.

-Mire usted- respondió el médico, quien en ese momento había perdido todo tipo de curiosidad y había vuelto a su original estado de frustración.

-¿Qué puedo hacer doctor?- dijo el hombre volviéndose a sentar y acercando su rostro al médico.

-Bueno, podría empezar por irse de mi consultorio, eso sería un buen comienzo creo yo.

-Mi corazón- dijo el hombre, volviendo a tomarse el pecho.

-Si muy triste, que se le va a ser- decía el médico mientras tomaba del brazo al hombre y lo llevaba a la rastra para sacarlo de su consultorio.

-Es necesario que usted entienda esto- dijo el hombre muy seriamente, el médico solo sonrió sarcásticamente y le cerró la puerta en la cara.

Volvió a sentarse y suspiro, por fin estaba solo y tranquilo.


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