Diálogos de Platón, censurados por Arturo Pérez-Reverte y hallados en la Biblioteca Secreta del Vaticano por el historiadorTururú que te vi

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Aristófanes se despierta bañado en sudor. Gritando, claro, y llamando al esclavo. El esclavo se presenta empalmado porque también estaba soñando, pero con la mujer de un noble que siempre que lo veía por el mercado, o por la entrada de algún templo, le hacía señales para que practicaran el metesaca. "Señor, mi señor, ¿qué te ocurre?" Qué pesadilla, esclavo, qué horrible pesadilla. Dame agua, te lo suplico. Ten buen corazón con este tu señor y tráeme agua para aplacar la sed y, sobre todo, ahogar el miedo." El esclavo le trajo el agua sin distraerse. "Pero, esclavo, ¿qué haces?, ¿me ofreces agua salada? ¿Es que quieres matarme, demonio de hombre?"

El esclavo tuvo que esmerarse para explicarle a Aristófanes que siempre los griegos y los otros pueblos, aunque bárbaros, bebían agua salada.  "Homero la bebía, y Sófocles, y los otros hombres, preclaros o simples, dioses incluidos." Aristófanes no pudo contenerse, "¿El gilipollas de Sócrates también bebe de esta misma agua?" Todo el mundo, mi señor. HHasta los muertos beben de esta agua?" Aristófanes pensó que mejor sería beber el agua que cae del cielo, el agua de los ríos, agua dulce, coño.

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Dos o tres meses después, el esclavo, viendo que Aristófanes había recuperado por completo la insensatez, la pedantería y la locuacidad, se atrevió a preguntarle por aquel terrible sueño que le despertó aquella noche fatídica. Aristófanes, con el primer premio en las manos después de deleitar al exigente público con su nueva patochada, abrazó al esclavo y le respondió de esta manera.

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"Soñaba que le daba por culo a Sócrates, y que Platón, su atontado discípulo, pedía clemencia a no sé qué Dios, y escuchaba las carcajadas de Zeus sentado en una montaña, y a otras diosas jugando con lo suyo. El viejo Sócrates callaba y aguantaba el falo más erecto que la lengua de Pericles. Pero entonces, sin venir a cuento, aunque en los cuentos ni lo señores ni los esclavos mandamos ni tenemos un ápice de oportunidad para opinar si quiera sigilosamente, entonces, te digo, una mujer me arrebata a Sócrates y me corta el miembro con una espada. Voy perdiendo el conocimiento desangrado en mitad del ágora, y lo más extraño y también lo más doloroso, es que los jóvenes corren hacia Sócrates y lo visten, lo abrazan, lo cuidan, lo miman, lo sacian de caricias y le calman el dolor, y Platón se bebe mi sangre para, según él, hacer desaparecer de este mundo todo lo malo, zafio y hediendo que hay en el hombre. La mujer proclama a todos los que escuchan que su nombre es Xantipa, y que es la esposa de Sócrates. ¿Tú sabías que Sócrates estaba casado?"

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Muerto el esclavo, Aristófanes regresaba a su casa después de la despedida. A la entrada le esperaba Sócrates. "¿Qué quieres, sabio entre todos los sabios que hay en el cagadero universal?" “¿Preguntarte si alguna vez en tu vida te has visto solo, enfermo y solo, sediento y solo, cansado y solo, asustado y solo, deseoso de hacer el amor y solo?" "Nunca". "Esperaba esa respuesta" "¿Crees que miento?" "No, Aristófanes, pero sí me pregunto a continuación si alguna vez lo estarás. Buenas tardes".


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