Antes de empezar, una adecuada banda sonora para el cuento: https://www.youtube.com/watch?v=l77Ug_YrwAg
En el lugar en el que vivo hay un camino hacia el bosque. Un camino increíble a la vista. Un camino arropado por árboles, plantas y pequeños animales salvajes. Un camino resguardado por montañas y ríos. Un camino que no lleva realmente a ninguna parte. O eso pensaba. Es donde me gusta perderme para jugar al escondite con mis amigos.
Una mañana la profesora faltó a clase, así que fuimos una vez más al camino a jugar. A mí me tocó contar esta vez, así que mientras tanto, todos mis compañeros se escondían. Al llegar a cien, comencé a buscarlos. Subí a los árboles, busqué por ríos, piedras, y tras cada matorral. Incluso llegué a gritar que me rendía, ellos ganan, pero entonces me di cuenta. Me habían gastado una broma. Todos se habían ido a casa y me habían dejado contando allí. Se habían reído de mí, como siempre, pero me daba igual, son cosas de críos.
Comencé a caminar hacia el sendero, y, cuando quise darme cuenta estaba perdido. Perdido en el bosque. ¿Cómo iba ahora a encontrar la salida? Lo único que podía hacer era continuar caminando, así que caminé. Seguí avanzando montaña arriba con el fin de poder vislumbrar el camino de vuelta a casa. Una vez arriba, encontré dos grandes rocas, una justo al lado de la otra. La primera era solitaria. Pero, en la segunda, había una chica mayor que yo. Una chica delgada y de largo cabello castaño. Yo tendría que subir a la roca para ver el camino, así que traté de hacerlo sin tropezarme demasiado, ya que ella estaba allí. Aunque no me estaba mirando, es casi como si no se diese cuenta de que yo estaba allí. Que frustrante. Una vez arriba pude ver el camino, pero el viento soplava fuerte en aquel lugar, y una potente racha me empujó y casi caigo. Casi, porque ella me agarró. Mientras me sujetaba el brazo, me miró y sonrió. Tenía una sonrisa increible. Soy solo un niño, aun así me cautivó. Sin embargo, al mirar sus ojos marrones… estaban vacíos, total y absolutamente vacíos. Tanto que casi doy un paso atrás. Como si algo la atormentase. Le di las gracias y le pregunté su nombre. Ella me dijo que tan solo era un “fantasma” y me pidió que me sentase un rato a su lado en aquellas rocas. Yo tenía preguntas, aunque no sabía si estaba de humor para responderme, ya que, a pesar de su sonrisa, yo sabía que solo era fachada. Entonces me lo dijo: Puedes preguntarme lo que quieras pequeño, pero no quieras saber quién soy. Dime, ¿porque estas tan triste? ¿Te parezco triste? Si, lo puedo ver en tu mirada. ¿En mi mirada? Es cierto, estoy triste, es porque mi vida no ha tomado el rumbo que yo quería y nunca podrá tomarlo. ¿Y qué es lo que esperabas de la vida? Aventura, amistad, amor… todo lo que se le puede pedir, pero al final nada de eso va a ocurrir. No veo por qué no, aún eres muy joven, tienes tiempo para todas esas cosas. La vida no es tan sencilla como parece, hay obligaciones que no se pueden eludir, hay cosas más grandes que yo o mi felicidad, cosas que debo hacer que están más allá de mis propias decisiones. Ya veo, ¿y por qué estás en este lugar? Aquí el viento sopla con fuerza. No puedo evitarlo, el viento me arropa, el viento mece mi cabello, me hace sentir libre, se lleva todo mi dolor y mis frustraciones. Es posible, pero cuando el viento se detiene, tus problemas siguen ahí. Eres muy maduro para tu edad. Supongo que por eso mis compañeros me dejan siempre tirado y se ríen de mí. Es posible, pero tarde o temprano se darán cuenta de lo mucho que vales. Gracias, tú también debes darte cuenta de algo, a mí tampoco me gusta mi vida, cuando me siento así recuerdo lo que mi madre me dijo una vez: tu vida tan solo depende de ti, si no te gusta, cámbiala. Puedes echarle la culpa a tu situación, pero si eres listo, pondrás a la situación de tu parte, puedes echar la culpa a la gente de tu alrededor, pero la decisión seguirá siendo tuya, y siempre hay una por mala que sea, así que si tienes que echar la culpa a alguien, échatela a ti mismo, puede que tengas miedo de perder lo que ya tienes por intentar conseguir lo que de verdad quieres, pero no dejes que el miedo domine tu vida o jamás podrás aspirar a tus sueños. Entonces la chica miró al horizonte desde la roca por un momento, respiró profundo, y me miró con unos ojos totalmente diferentes. En esta ocasión estaban llenos de vida. Sonrió desde el alma, esta vez de verdad, y me dijo: gracias. En ese momento bajamos de las rocas y caminamos hasta el sendero dejando atrás al viento, y nos despedimos con un hasta luego y otra sonrisa.
Desde entonces volví a aquellas rocas cada mañana antes de ir a clase. No volví a verla.
Al final todos los caminos llevan a alguna parte.
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