Cirujano corneador.

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Me pareció de no creer, casi imposible el sólo atreverme a imaginarlo. Cerré los ojos dudando de estar en mis cabales. Pero de ahí a poco, por lo que había oído antes y oía en ese momento, tuve que aceptar lo que era evidente: el doctor se estaba cogiendo a mi esposa en el sofá de la antesala de mi habitación del Sanatorio los Arcos en Buenos Aires.

Que ironía: “El cirujano, que en un acto quirúrgico, de gran nivel, me extirpó un riñón, en un acto sexual, le estaba, hábilmente, introduciendo la verga a mi mujer “

Me quedé callado y perturbado.

Era mi segundo día fuera de la sala de terapia. A las 20:00 hs, se retiraron las visitas y quedé en compañía de Claudia, mi esposa, que me acompañaba por las noches. Me dormí, luego del paso de  la enfermera del turno noche.

Me despertó el ruido – leve chirrido de bisagra con falta de aceite - de abrir y cerrar, de la puerta de la pieza anterior a la habitación propiamente dicha y la extrañeza de Claudia.

Todo el diálogo fue a media voz, pero perfectamente inteligible para mí:

-¡Doctor !!! ¿Qué hace aquí a estas horas? ¿Ocurre algo?-

-Nada y mucho. Vine por tus ojos, tu sonrisa encantadora y todo lo precioso que hay de ella para abajo -

-¡Perooo … doctor! En serio pregunto.-

-En serio respondo ¿Qué me dijiste hoy a la tarde en la cafetería? ¿Te vas a echar atrás? No me trates de doctor, por favor, soy Pablo, tuteame.–

-¿Qué dije yooo?-

-Que estabas en deuda conmigo y no sabías como saldarla. Cuando te dije que tenías medios de pago de sobra, y aludí a cuales, no te espantó la sugerencia. -

-Usted, ... digo vos, fuiste tan atento, ingenioso, cortés y obsequioso, que pensé que estábamos bromeando no que te estabas insinuando!-

- ¡Vamos linda!! Sos tan inteligente como preciosa, lo mío fue proposición y no la rechazaste.-

-¿Yoooo? No sé qué te hizo pensar eso-

-  Te fuiste con risa en el semblante y un “quizás, puede que llueva, en los ojos. Aquí estoy, dispuesto a mojarme”

- No. ¿Qué hacess?  nooo, soltame ¡Está Carlos  y, además, puede venir alguien!! –

-Tranquila, tu marido está….pero en los brazos de Morfeo, le indiqué una dosis extra de tranquilizante y,  ya corro el cerrojo de la puerta de entrada. -

Yo, sin embargo, estaba bien consciente de lo que sucedía. Percibí el sonido metálico de la cerradura y, enseguida, pasos que se acercaban: cerré los ojos.

-¡Ves? Recontra-dormido - murmuró él.

Al rato oí una sucesión de “no” con cada vez menos énfasis, seguidos por un bache en el habla, respiraciones anhelosas, ruidos suaves y remisos de manoseos, chasquidos de besos, gemidos….

-¡Estas húmeda!-

-¡Que querés  con tu mano ahí…!!!-

-Bueno, bueno….saco la mano, pero,  vení-

-¡No, no me desnudes no quiero!-

-Está bien, sólo la bombachita…..-

Uno tras otro los dos zapatos de ella “aterrizaron”, nítidamente, en el piso. Segundos después:

-Ya está……¡uufff, que delicia lo que veo!!!  –

Fue el turno del doctor de alistarse: percibí el ruido de hebilla del cinturón  o de llaves en el bolsillo, de su pantalón, al dar contra el suelo.

- ¡Uhhhyyy! Me deje el preservativo en el pantalón, ya estoy contigo ¿Siii?-

-¡Dejalo!  ..  por mí no hace falta..- susurró Claudia. (Ella tomaba la píldora y, al parecer, la siguió tomando a pesar de que yo, al manifestárseme el cáncer renal no la atendía desde bastante tiempo atrás.)

Nuevo intervalo sin palabras, si sutiles sonidos de roces, de cuerpos  amoldándose, armonizándose o ajustándose  y un “¡Aahhhhhhh!!!” femenino prolongado señal, inequívoca, de que el médico ya estaba cabalgando.

 

Ese fue el instante de confusión que intenté describir al comienzo de este relato.

 

Le siguió un concierto, que pretendían, apagado, discreto sin excesos sonoros, que me llegaba nítido y perturbador.  Un leve hormigueo se había instalado en mi entrepiernas.

En el epílogo les resultó, a ambos, más arduo reprimir las exteriorizaciones: suspiros, jadeos, gemidos, monosílabos, expresiones entrecortadas y libidinosas, de deleite carnal.

 

– ¡¡Uuffffff, que polvooo!!! ¡Estuviste increíble nena! ¡Gracias! -

– No, gracias a vos. Hiciste que me vuelva a sentir deseada y de qué manera.  –

-¡De nada, jajaja!! Estaba volado , como nunca. Te confieso, que me  masturbé pensando en vos  y más de una vez. _

Siguieron “tirándose flores” un buen lapso de tiempo, hasta que el Doc, redobló la apuesta:

-Esto, de hoy, tan lindo… ¿volverá a repetirse, no es cierto?-

-Digamos… que  posibilidad de revancha, hay, jajaja-

-¿Mañana también estas de noche aquí?-

-No mañana viene  el hermano de mi marido a acompañarlo-

-¿Te parece que te espere a la salida y te llevo a tu casa? -

-¡Daleee! Pero a mi casa no, va estar mi mamá y mis hijos. A las ocho y media, después de las visitas. –

-¡Hecho!!!! Tengo un lugarcito que te va a gustar-

Transcurridos pocos minutos (para ambos recomponerse) se despidió el galeno. Claudia se asomó a la habitación. Cerré los ojos y simulé no haber percibido nada de lo ocurrido en la antesala ni estar enterado de lo que, seguramente, ampliado y corregido, sucedería la noche siguiente, en el “lugarcito”.

Volvió a abrirse la puerta de la antesala. Era la enfermera con termómetro, nueva bolsita de suero, frasquitos, ampollas y jeringas.

“Justo a tiempo terminó la fiesta” pensé.

-¿Cómo se siente?¿Descansó bien?- indagó

-No…más o menos- respondí.

No se inmutó. Me puso el termómetro, cambió la bolsita de suero, leyó mi temperatura en voz alta, como lo hacía habitualmente. Unas líneas sobre los 37 grados. No pareció darle importancia.

“¿Fiebre o calentura?” pensé yo.

Antes de retirarse inyectó varias sustancias en la bolsita de suero intravenoso, colgada en el soporte.

Otra vez a solas, Claudia, quiso saber:

-¿Entendí mal lo que le dijiste a la enfermera o no descansaste bien?-

-Soñé sucesos impensados, imágenes tan reales que me alteraron  la quietud y el sosiego-

-Bueno, mañana me contas. Descansá. Todo salió muy bien y pronto nos vamos a casa.- Me acarició la cara y me dio un beso en la frente y volvió a la antesala.

Dormí sin sobresaltos y, pienso que, de no mediar la irrupción de la enfermera de la mañana, hubiese seguido hasta con el sol bien alto en el cielo.

Aun hoy me pregunto si la enfermera, por error, me administró la dosis extra de somnífero en su segunda rutina de la noche, en lugar de la primera e hizo posible que “acompañase” paso a paso, el abandono de Claudia al deleite carnal con el Doctor C…. Nunca lo sabré.  

  

Le di vueltas a lo sucedido, al derecho y al revés. Tras meditarlo bien, decidí no encarar a Claudia. La quiero, tenemos una vida y dos hijos en común. Tal vez ella sienta algo de culpa por haberme metido los cuernos, pero, creo, que no se arrepiente de haber disfrutado de una de las mejores experiencias eróticas de su vida. Por lo que se, sólo fue eso: una linda experiencia, tal vez motorizada, inicialmente, por la gratitud hacia el cirujano por haberme salvado del cáncer.


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