El diario de Rebeca I

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26 de Junio del 2015.

Hola, querido diario:

 

De seguro que llevas tiempo esperando a que te relate más de mis encuentros "amorosos".

Tranquilo que aquí tengo otro sólo para ti, mi pícaro confidente.

 

Ayer por fin me tiré al chico que llevaba conociendo por el chat unas cuantas semanas. Queda-

mos para tomar algo unos días atrás y la verdad es que me pareció encantador. Era guapo, habla-

dor, simpático, atento, sincero... como un jodido asesino en serie, vaya. Pero el caso es que me

dio tan buenas vibraciones como para decirle anoche que subiera a "tomar café".

Yo sólo podía pensar en como se sentiría una abrazada por aquellos brazos tan fuertes mien-

tras me perdía en sus sonrisas a la espera de que diera el primer paso y se lanzase. Como vi

que eso no iba a ocurrir tuve que tomar la iniciativa; ya sabes que a mi eso no me gusta, pre-

fiero que sean ellos los que tomen mis riendas y me lleven donde quiera que vayan. Una mirada

fija a sus labios mientras hablaba y fue mío. Cayó en mi emboscada sin resistirse apenas. Ense-

guida su mano izquierda recorrió mis piernas cuando las mías acariciaron su fuerte cuello. Me

senté sobre él en el sofá y el mundo dejó de existir para mí, ya sabes a lo que me refiero. Me

quite la camiseta y, al ver su poca pericia con los sujetadores también éste. Sus fuertes manos

estrujaron mis senos con delicadeza y pude notar como su miembro empezó a golpear en mi co-

ño pidiendo libertad.

Para cuando llegamos a la cama yo ya estaba totalmente desnuda. Tumbada sobre ella espe-

ré a que él terminara de desnudarse. Al verlo debatirse con sus propios pantalones empecé a

sospechar que debía de ser virgen o en su defecto que llevaba mucho sin follar, pero claro, tam-

poco podía dejarme llevar por esas conjeturas porque he tenido novios súper experimentados

que se ponían igual de nerviosos. Al principio me resultó hasta enternecedor e incluso excitante,

pero después de un rato me empecé a sentir estúpida aquí tumbada en esta misma cama don-

de ahora te escribo. Disimulé mi impaciencia con unas sonrisas cuando él se zambulló en mi

entrepierna y empezó a bucear por ahí, abriéndose paso con los dedos para meter su lengua

hasta el fondo de mi océano. La cosa parecía que volvía a ponerse candente cuando empezó a

darme mordisquitos. Entonces fue cuando solté aquel grito que incluso a ti, que aguardabas los

detalles en el cajón de al lado, debió sobresaltarte. Él se disculpó y volvió a zambullirse de nue-

vo en mí, pero ya vi que la cosa no iba a cumplir las expectativas y acabé padeciendo más que

disfrutando.

De modo delicado le dije que me follara a ver si había alguna posibilidad de que anoche no

acabase mojándome las ganas yo sola. La cosa fue a peor. Ya no porque no me besara mien-

tras me la metía, pocos tíos son tan considerados como para eso ya que solo piensan en co-

rrerse ellos y aleluya, sino que encima su "impetu" empezó a decrecer progresivamente y me

dio por pensar si cabía la posibilidad de que el preservativo se me quedase dentro. Algo debió no-

tar en mi cara para que me preguntara si estaba bien y si me estaba gustando. Cuando le dije

que sería mejor dejarlo se levantó de encima de mí y se puso a un lado. El silencio nos visitó y

la incomodidad entró como invitada no deseada. Le dije que iba al bañó y allí dentro esperé y re-

cé para que tuviera el suficiente conocimiento como para vestirse e irse sin tener que hacerme

pasar por el apuro de echarlo. Al final se fue y se despidió através de la puerta del baño. Al oír

la puerta de la calle salí y revisé todas las habitaciones para comprobar que se había marcha-

do de verdad, agradeciendo al cielo que por lo menos aún estaba viva y pensando que a los

vírgenes a veces se les confunde con asesinos en serie. A otra más vieja que yo puede que no

le hubiese importado enseñarle un par de cosas pero a día de hoy no tengo ganas ni tiempo pa-

ra impartir clases extraescolares.

 

Posdata:

 

Recuérdame, querido diario, que no vuelva a chatear en la vida.


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