La mudanza

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Una tarde mi viejo viene con cara de preocupado a la mesa para sentarse a comer. Mi madre, ocupada con la comida y ultimando detalles para servir la cena en la mesa no se percata que su marido traeria malas noticias. Con un grito, mi vieja llama a mi hermano que estaba en la pieza para que se siente a la mesa. Mis abuelos no estaban para cenar, cada dia por medio compartiamos la mesa con toda la familia. Justo ese dia en que les tocaria cenar con su hijo, nuera y nietos no estarian presentes.
Mi padre, remisero, se sienta a la cabecera de la mesa. Era costumbre mirar a la television para ver cualquier cosa para que lo aleje de los problemas. (hasta a veces, de nosotros) Pero ese dia, no le prestaba atencion. Nos miró a mi hermano y a mi como estabamos hablando de lo que ibamos a hacer el fin de semana en un cumpleaños de los amigos que teniamos en comun en ese tiempo.
Mi vieja sirve la comida lo mas rapido posible para que los platos no se enfriaran. Tenia la ventaja de que la cocina y la mesada estuviera al lado de la mesa principal. Cuando mi vieja se sienta a comer y preguntar si no faltaba nada para no volverse a levantar, mi viejo antes de probar el primer bocado del guiso dice: "Nos tenemos que mudar de acá, el dueño pidió la casa"
Interrumpieron unos segundos de silencio para que pudieramos entender ese mensaje. Esa casa habia sido testigo durante 7 años de nuestro crecimiento. Hasta el dia de hoy, podria decir que fue la casa de nuestros sueños, pero ese dia nos despertó la realidad.
Por un mal manejo de la inmobiliaria Di Dio, la casa de la calle chubut fue puesta en alquiler en el año 88 debido que su dueño, el subcomisario Miara, acusado de apropiarse de los mellizos Reggiardo Tolosa, se fugara del pais junto a su mujer y los chicos al Paraguay. El dueño de la inmobiliaria pensó que no volveria y quiso sacar redito con un alquiler. Al volver a ser indagado, pidió su casa para que su mujer e hijo vivieran en el tiempo que el seria encarcelado.
El tiempo estipulado para dejar esa casa era de un mes. Casi que no comimos ese guiso que preparó mi vieja, por ende, no pude dormir de la tristeza que se me apoderaba en mi. Mas porque en ese tiempo, mis padres me mintieron que la casa iba a ser nuestra, argumentando falsamente que pagaban la cuota de un credito hipotecario inexistente. Un motivo mas para odiar a mis viejos por esas mentiras piadosas.
Fue la ultima vez que tuve una casa con fondo, con quincho, con parrilla, con pileta de lona, con un laurel enorme. En ese momento de la adolescencia, lo tomé todo mal. Llegué a no hablarles por unos dias, mientras que a mis amigos les contaba todo.
Tuve que terminar 6° grado de la primaria viajando en colectivo a San Justo con la compania de mi abuela y de mi hermano. Cursé 7° grado en un colegio que quedaba a un par de cuadras con compañeros que fueron importantes en mi vida. Es mas, los recuerdo mas a ellos que a los de San Justo.
En ese barrio llamado Ciudadela no solo crecí sino que me enseñó lo maravilloso que eran los vecinos y amigos de la cuadra. A pesar que fue en una de las cuadras que tuve la unica y ultima pelea a golpes con un ex amigo de la cual me sirvió muchisimo para madurar y saber cuidar a los amigos, tambien diferenciarlos.
A la vuelta de mi casa, me robaron por primera vez una bicicleta con suerte de que no me dispararan un tiro en el pecho. Pasé carnavales, fiestas navideñas y demas dias en que festejabamos de otra formas, tambien el subcampeonato del mundial 90 y la dura eliminacion del 94.
Como contradiccion de todo este recordatorio maravilloso, a pocas horas de mudarnos, senti que era el tiempo de renovar el aire, de conocer gente nueva. Aunque me hubiese gustado ver como crecian mis amigos que dejaba en ese barrio.
Fue asi que una noche de octubre, nos fuimos para encontrar un mañana diferente. Debo agradecer a ese barrio por abrirme las puertas del comienzo de mi adolescencia, porque mi infancia en la casa anterior de San Justo fue recordada por jugar solo con mis compañeros de colegio. Esa casa de Zapiola, era rodeada de fabricas dejando a casi nadie por conocer y por recordar.





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