LOS ANALES DE MULEY (2ª PARTE) (2)
Por YUSUF AL-AZIZ
Enviado el 07/08/2015, clasificado en Varios / otros
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XXVl
Yo gozaba plenamente,
me encontraba contento,
era para mí un momento
de especial significado,
pues por fin mi talento
se veía recompensado.
Las palabras de mi madre
mi orgullo enardeció,
mi espíritu creció
y un gran hombre me sentía;
todo en mi permutó
y me llenó de alegría.
Yo me sentía un hombre
ante mi progenitora
y había llegado la hora
de demostrar mi hombría,
y sin ninguna demora
comencé ese mismo día.
Cargué todas las viandas,
a la acémila subí
y de ella me despedí;
allí la dejé llorando
y la marcha emprendí,
pues atrás la fui dejando.
Puse rumbo a mi destino.
Arreaba al jumento
porque era algo lento,
más caminaba seguro;
cabalgué con sufrimiento,
pues buscaba mi futuro.
Hui de la claridad
y de todo ser viviente,
no temía a la gente,
más su contacto evitaba,
pues no quería ser muriente
de quién me ocultaba.
Cabalgué algo perdido,
buscaba oscuridad
y salvar mi integridad;
lenta fue mi andadura,
más busqué la claridad
en la triste noche oscura.
La luna fue mi guía
con su bello resplandor,
su círculo de color
prendía en mi corazón
con un fuerte ardor
que encendía mi tesón.
De día evité caminos
y senderos transitados,
conseguí que los soldados
no advirtieran mi escapada,
pero estaban preparados
para una pronta celada.
El jumento era fuerte,
pues muchas lomas subí
y de otras me apercibí;
bajé algunas montañas,
más mi ruta no perdí
porque usé muchas mañas.
El camino fue largo,
pero no desesperaba,
con fuerza y brío estaba
y con ansias de llegada;
con paciencia caminaba
aquella ruta marcada.
Muchos días cabalgué
por camino polvoriento
montado en mi jumento
y a ratos caminando;
el tiempo pasaba lento,
yo seguía en ellos pensando.
Por los sinuosos caminos
por los cuales cabalgué,
mucho polvo inspiré;
seguía la ruta marcada
y mucho miedo pasé,
pues era ruta de celada.
Fueron demasiados días
caminando por senderos
sin encontrar arrieros
para poder conversar,
solo quería caminar
sin encontrar a fuleros.
Solo con mi acémila
jovialmente conversaba,
ella atenta me escuchaba
y parecía entender,
pues fija me miraba
y me hacía estremecer.
Un día llegué a un valle
que mi atención llamó,
pues su color perdió,
también su vegetación;
allí el hombre quemó
fruto de su sinrazón.
Antaño fue florido
y de una gran belleza
que dio la naturaleza
a este mundo revulsivo;
hoy miro con rareza
a este valle despectivo.
Porque el hombre es cruel
y preñado de envidia,
encubre su perfidia
y a hurtadillas mata;
pues su sinlrazón lidia
su capacidad innata.
Todo lo apercibía yermo:
su tierra polvorienta,
pétrea y sedienta;
todo parecía muerto,
pues su sabia soñolienta
reavivará este huerto.
Porque la mano del hombre
lo que toca lo destruye,
a su ruina contribuye
y alarga sus extravíos;
de su ponderación huye
como las aguas de los ríos.
Debió ser lindo valle
con un brillante verdor
y de gran multicolor,
con pájaros que trinaban,
fuentes de agua que manaban
resaltando su esplendor.
Pero esta maldita guerra
todo lo arrasa y mata,
y al hombre arrebata
su eterno cauce de vida;
el calla, pero no acata
aquella sabía perdida.
Florecerá algún día
y vida emanará,
su esplendor volverá
para gozo del viviente
que dé el vivir podrá
y será su sirviente.
Atrás dejé aquel valle
sumido en la tristeza
rompiendo la maleza
que mi pasar interrumpía;
ofuscaba con destreza,
pues radiaba el día.
Divisé una yerma loma
y todo fue un temblar,
avivé mi caminar,
pues por fin a mi destino,
cansado, podría llegar
dejando atrás el camino.
Muchos días cabalgué
pasando calamidades,
sortee dificultades
siempre mirando al frente;
me sentía como un valiente
que mustió mis edades.
Por fin llegué a mi destino
con el objetivo cumplido
y cumplí lo prometido
con orgullo y tesón,
mucho había sufrido,
más no perdí la razón.
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