Sexo ocasional con un antiguo novio

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     La primavera pasada tuve que viajar a una Ciudad cercana para resolver unos asuntos personales.  Tomé temprano un AVE para estar a primera hora, todo se resolvió sin incidencias  y pude desocuparme antes de lo previsto, así que me dispuse a dar un paseo por el Centro de la Ciudad para hacer tiempo y de paso  recordar  vivencias de mi juventud. Vivíamos en esta Ciudad y a mis 22 años  trasladaron a mi padre a la Capital por un ascenso en su carrera profesional.

    Entre en una cafetería a tomar algo y decidí llamar a Eduardo, un exnovio de mis tiempos de estudiante  en la Universidad, con el que mantengo alguna comunicación limitada a felicitarnos cumpleaños y Navidad. Así lo hice y después del saludo, le comenté estaba en su Ciudad y me gustaría  tomar un café.  Se alegro de mi llamada y me pidió tiempo hasta las dos para resolver unos asuntos urgentes y encontrarnos para comer juntos.  Me esperaría en un restaurante cercano a su despacho.

    A la hora convenida llegue al restaurante donde me esperaba.  Nos dimos un abrazo y nos dispusimos a comer. Me contó le iba muy bien profesionalmente y también su matrimonio,  tenía dos hijos maravillosos y en  su relación era feliz.  Durante la comida no dejó de galantearme diciendo estaba muy guapa y recordamos nuestros buenos momentos, aludiendo a situaciones  morbosas y divertidas que compartimos en su día.

   Finalizada la comida sugirió tomar una copa en un pub cercano, prometiendo llevarme a la estación para coger el tren de regreso.

    Era un Pub acogedor, con luz tenue. Ocupamos una mesa en un punto discreto sentándose a mi lado. Pidió dos maltas y seguimos nuestra animada conversación.  Mi falda estaba a medio muslo con intención, mostrando  parte del elástico de mis medias, de forma sexi y provocativa. Pronto su mano se posó en mi pierna como de forma descuidada, sin darle yo importancia.  No tardó en besarme a lo que no opuse resistencia.  Durante un buen  rato sus toqueteos de  forma disimulada fueron constantes, hasta el punto que su mano llegó hasta mis bragas ya húmedas. Cogí su muñeca  para apartar su mano, no por disgusto si no para evitar nos vieran. Tambien yo descolgué mi mano en su entrepierna para comprobar su grado de erección.

     Sobre las  17 horas le pedí me llevara a la estación  para no  llegar demasiado tarde a Madrid.  Complaciente pidió la cuenta y salimos del Pub hacia el garaje para coger su coche. Llegados a la estación, sugerí me dejara en la entrada de viajeros, pero desoyendo mi petición  bajó al parking conduciendo hasta la segunda planta a un aparcamiento discreto.

   Paró el motor y me besó, su mano fue directa a mis pechos, desbrochando los botones de la blusa y sacando mis tetas las acarició y lamió los pezones. Su mano  bajó a mi entrepierna posándose en mis bragas mojadas y un par de dedos se hicieron camino por un costado para entrar en mi vagina dilatada y ardiente. Yo también saqué su polla del pantalón que estaba dura recibiendo mis caricias.  En poco tiempo estábamos dándonos un magreo colosal. Me pidió pasar a la parte trasera a lo que accedí deprisa  para evitar ser vista en el estado lamentable que estaba.

    Me senté y poniéndose de rodillas me bajó las bragas y empezó  a comerlo llevándome a un estado de excitación límite. Su cara era un poema, mojada por mis flujos que lamía como un poseso. Su lengua me penetraba dándome un gran placer y yo me removía en el asiento  excitándome mas y mas.  Apreté su cabeza contra mi coño, intentando sentirlo al máximo y  él sobaba mis tetas con las dos manos.  No aguantábamos mas, estábamos a punto de corrernos.  Se levantó sentándose en el asiento y poniéndome a horcajadas  sobre él,  agarré su polla y la  dirigí a la entrada de mi sexo, note el capullo ardiendo y duro, lo introduje fácilmente    recorriendo su verga  mi cueva  dilatada en ebullición.   Empecé a subir y bajar gozando de aquel miembro delicioso, primero despacio, notando su gruesa polla en la profundidad de mi sexo, después más rápido y finalmente con un frenesí de locura, gemía de gusto  sin preocuparme me oyeran.  Así  llegamos los dos a unos espasmos preludio de la gran corrida que se iba a producir.  Noté sus palpitaciones y su gran chorro de esperma inundándome, lo que motivó como una descarga eléctrica en mi interior.  Me estremecí de placer creyendo  perder el conocimiento.  Fue un orgasmo delicioso que me llevó al séptimo cielo.

   Nos vestimos apresuradamente y nos miramos riendo como dos chiquillos que habían hecho una travesura. Me despedí con un beso cálido y largo y fui a cerrar mi billete de vuelta para el primer AVE que pasara.  Ya  ocupando el asiento me percaté que mis bragas se habían quedado en el coche con las prisas.  Una llamada me tranquilizó. Eduardo había llegado al garaje de su despacho y olía mis bragas, me deseaba, tenía otra erección  y esperaba  repetir en mi próxima visita.


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