Una historia sin final feliz.
Por Patrizia Provedo
Enviado el 10/08/2015, clasificado en Reflexiones
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Desde hoy y hasta siempre. Sin fecha límite ni temor por el futuro. Sin plazos ni garantía de un final. El mundo sigue y el que dijo amar resultó traicionar. El que dijo querer resultó demasiado cobarde como para respaldar una promesa. La que juro no caer acabó en el suelo llorando lo que fue. Ya no hay palabra. No hay promesas ni alegrías eternas. ¿Quién inventó el "para siempre"? ¿Quién llegó a imaginarse un mundo sin finales? ¡Qué ingenuo! Debería bajar de la nube y pisar tierra firme un par de segundos.
Se queda el que se fue y nunca llega el que vino. Irónico pero cierto. Es así. Asumirlo es la única manera de seguir hacia delante. Uno se cansa de maquillar una idea que duele. Un sentimiento que amenaza el alma y angustia al más fuerte. Se acabó sentarse a esperar como quien espera un otoño cálido y acogedor. No existe. No aparecerá. El invierno es lo suficientemente duro como para que te refríes. Y en el verano el sol siempre acaba quemándote. Y no, en esto del amor no hay medicamentos ni cremas protectoras. Uno de los dos siempre acaba entre mil mantas y demasiado quemado.
En este mundo no hay ataúdes para dos y los nacimientos dobles tienen siempre demasiadas complicaciones. Nacemos solos y morimos solos. Recorremos un camino que mata y da vida a partes iguales. Sentimos, queremos y odiamos. No hay puntos intermedios. Uno puede llorar de risa y sonreír por dolor. Olvidar las alegrías y recordar una pena que parte lo que somos. Pero es nuestra elección. Cada lágrima derramada eriza nuestra piel y nos recuerda que duele. Cada carcajada maldice tú ausencia. Cada mirada recuerda unos labios que fueron míos y una mirada que me hizo ser.
Pero no se puede vivir del pasado. Lo que fue debe ser, y lo que será está por llegar. Dicen que a quién le hacen daño suele hacer daño. La víctima se vuelve culpable. El rencor, supongo. No lo aceptó. No estoy dispuesta a hacer lo que me han hecho. Me niego a causar un dolor absurdo basado en el juego y el aburrimiento. No es justo. Prometo callar, ver y oír.
Silenciar cada grito y levantar cada silencio. No fui fuerte, no supe ver más allá de un hoy. Mi culpa, mis responsabilidades. Mis temores, mis aciertos. Confiar es el mayor de los errores. Bajar la guardia y pensar: ¿Si yo no le fallo porqué me iba a fallar? Ese es el desencadenante que genera más penas que alegrías. Y uno se cansa de una lista que multiplica problema y, además, evolucionan haciéndose cada vez más complejos. Primero porque el que te gusta no le gustas. Luego porque el que te gusta solo quiere de ti lo instintos más primarios. Más tarde viene el que no entiende lo que significa ir despacio. Y, por último, ese amor que ni tú sabrías definir. Y total, ¿para qué? Si todos acabamos sentados pensando en el primero y odiando un final que no tiene una explicación.
Por eso se acabó pensar. Se acabó imaginar e idear un futuro con alguien que no seas tú y tu almohada. Pongo un muro. Cemento y ladrillo del bueno. Coraza doble para el corazón y triple para la cabeza. Porque ella va de sensata pero es la que no deja de pensar en lo que puede ser. Sí, el corazón siempre se pone de su parte, pero el que no te deja ni a sol ni a sombra es el cerebro que se empeña en recordar. Adiós, un placer conocer a los que vinieron y una pena que los que fueran a venir se encontraran con este panorama.
Pero yo estoy cerrada por vacaciones. Unas vacaciones que empiezan hoy y no acaban nunca. Si algún día tocan no estaré en casa. Si llaman saltará el buzón y si me esperan se encontrarán con una sonrisa de complacencia. No haré daño, pero no estoy dispuesta a sufrir más. Fin del cuento. Y sí, en este sí que se puede poner: " PARA SIEMPRE".
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