La mirada fija al frente. Expresión dura y seria. El sudor recorre su frente al igual que su desnudo torso.
Su incipiente calvicie delata su edad, próxima a la cuarentena. Dientes apretados con fuerza dibujan sus maxilares y ojos azules desorbitados e inyectados en sangre, fruto de alguna droga, posiblemente anfetaminas. Su cuerpo nervudo siempre en tensión desde hace ya varios años. Su cabeza es un torbellino de imágenes irreales y personajes ficticios que su mente hace realidad en el mundo de los llamados normales. Años viendo y creando historias que no existen, tan solo en su cabeza, en su enferma cabeza.
Hoy se encuentra extremadamente descontrolado y excitado. Su cabeza es un hervidero de sensaciones y emociones que no ha vivido jamás pero que su cerebro sí cree haberlas vivido, la locura se aloja en su ser hace ya varios años, al principio de una manera sutil que fue aumentando exponencialmente con el transcurso del tiempo, hasta llegar a una situación de paranoia absoluta, donde el mundo real se ha transformado en aquello que su mente genera, su enferma y despiadada mente.
Su mano derecha sujeta con firmeza el afilado puñal de su etapa como soldado de fortuna, una locura más que no contribuyó de manera positiva para su futuro. Da dos pasos al frente acercándose a la joven semidesnuda que tiene atada y amordazada a una silla, gimotea , no tendrá más de 17 años, una preciosa chica de cabello largo y rubio, pecho generoso y respingon. Una malvada y macabra sonrisa cruza la cara del miserable verdugo, la comisura de sus labios se impregna de su pastosa y seca saliva, la muchacha le mira con unos desorbitados ojos aterrorizados, no pudo contener su vejiga y un pequeño charco se formó a los pies de la silla, su corazón late de manera trepidante como un caballo al galope a punto de reventar. Su pecho sube y baja con rapidez y energía, sus verdes ojos se llenan de lágrimas ante el trágico final que se avecina. El puñal dibuja la areola de sus perfectos pezones, cierra los ojos con fuerza en un vano intento por controlar su terrible angustia.
El puñal se sitúa bajo su barbilla, ejerciendo presión sobre ella y produciendo una pequeña herida de la que mana una gotita de sangre, el loco abre su nauseabunda boca mostrando sus podridos y negruzcos dientes y su blanquecina lengua, mientras por el filo del puñal corre una fina y desigual línea del rojo líquido vital de la joven muchacha. Tira de su pelo hacia atrás para tener a su merced la garganta, el loco se relame deseoso de abrirla, observa como palpitan sus venas a través de la delicada piel.
Su cuerpo cae desplomado al suelo emitiendo un sordo y seco sonido, la mancha carmesí se extiende con rapidez alrededor de su cabeza, su pierna se agita un par de veces en un instinto reflejo hasta quedar completamente inerte. Se acabó. La bala entró por la parte trasera de su cabeza, atravesó cráneo, masa cerebral y cráneo nuevamente, dejando un amplio orificio de salida.
La chica observa el cuerpo sin vida de su fallido verdugo y cree vislumbrar una plácida sonrisa en el rostro del demente, una sonrisa como de plácida felicidad, como de alivio, como de liberación... Es el fin.
Ella aún no es consciente de que la bala que atravesó la cabeza del ahora moribundo individuo que la retenía siguió su mortal trayectoria y se alojó en su mejilla derecha, su estado de shock hace que no sienta el dolor aún, hasta que nota la humedad cálida de su propia sangre y el sabor de sus dientes destrozados, el posterior desmayo le proporciona el descanso que su cuerpo precisa. Pero su mente tendrá que trabajar de por vida.
Es el fin para el loco y el comienzo para la que una vez fue bella. La locura persiste, simplemente pasó el testigo, encontró un nuevo huésped del que nutrirse. Es el fin...o nunca hay fin?
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales