A GARCIA LORCA

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Un día aciago, sombrío,

la muerte vistió sus galas

y un suave aire frío

impregnó sus negras alas.

 

Era tiempo de centellas

donde hablaron los cuchillos,

se apagaron mil estrellas,

enmudecieron los grillos.

 

Al son de la sinrazón

mustió un clavel carmesí,

su estandarte, su blasón,

es orgullo nazarí.

 

Y en las noches de verano

en los patios de la Alhambra

se oye un eco lejano

bailando una zambra.

 

Las guitarras se confunden

con el silencio gitano

y sus cuerdas se funden

con una nerviosa mano.

 

Por Sacromonte gitana

de leve sombra oscura,

se ve, en noche mundana,

una genial figura.

 

A ti febril te cantó

en sus inmortales versos

y su corazón llevó

por sus fríos universos.

 

Albaicín moro, cristiano,

y su Granada cañí,

alegría de hermano

que un día yo confundí.

 

¿Quién ha visto su sombra?

¿Quién en él no piensa?

Su obra al mundo asombra

y su gloria se adensa.

 

¡Ay mi genial arriero!,

genio de la belleza,

triste morirme quiero

para alcanzar tú nobleza.

 

Poeta de genio genial

que Darro y Genil amó;

poeta alegre, universal,

que en Granada vivió.

 

¡Federico ha muerto!

Musa, ¿quién lo ha matado?

Por los senderos del huerto

el poeta va cansado.

 

Los arboles de la vida

su muerte están llorando

y su España querida

sus versos va propagando.

 

Granada su muerte clama,

Granada huérfana está,

Granada llora y ama

y el poeta vagando va.

 

¡Ay su fuente Vaqueros!,

la cuna que lo meció,

posee y tiene los fueros

que el poeta escribió.

 

 


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