Un día aciago, sombrío,
la muerte vistió sus galas
y un suave aire frío
impregnó sus negras alas.
Era tiempo de centellas
donde hablaron los cuchillos,
se apagaron mil estrellas,
enmudecieron los grillos.
Al son de la sinrazón
mustió un clavel carmesí,
su estandarte, su blasón,
es orgullo nazarí.
Y en las noches de verano
en los patios de la Alhambra
se oye un eco lejano
bailando una zambra.
Las guitarras se confunden
con el silencio gitano
y sus cuerdas se funden
con una nerviosa mano.
Por Sacromonte gitana
de leve sombra oscura,
se ve, en noche mundana,
una genial figura.
A ti febril te cantó
en sus inmortales versos
y su corazón llevó
por sus fríos universos.
Albaicín moro, cristiano,
y su Granada cañí,
alegría de hermano
que un día yo confundí.
¿Quién ha visto su sombra?
¿Quién en él no piensa?
Su obra al mundo asombra
y su gloria se adensa.
¡Ay mi genial arriero!,
genio de la belleza,
triste morirme quiero
para alcanzar tú nobleza.
Poeta de genio genial
que Darro y Genil amó;
poeta alegre, universal,
que en Granada vivió.
¡Federico ha muerto!
Musa, ¿quién lo ha matado?
Por los senderos del huerto
el poeta va cansado.
Los arboles de la vida
su muerte están llorando
y su España querida
sus versos va propagando.
Granada su muerte clama,
Granada huérfana está,
Granada llora y ama
y el poeta vagando va.
¡Ay su fuente Vaqueros!,
la cuna que lo meció,
posee y tiene los fueros
que el poeta escribió.
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