INTRASCENDENTE

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Los días pasaban con más pena que gloria, sin ilusión ni alegría alguna por su vida. Will era consciente de que estaba inmerso en un bucle del que le resultaba imposible escapar. Tenía su trabajo, su pequeño hogar, por llamarlo de alguna manera, no era más que un habitáculo situado en una nave industrial minimamente acondicionado, con un baño y una pequeña ducha, no había más.  Todo aquello daba igual, aquel día de invierno en el que había comenzado a nevar de manera copiosa había tomado la decisión de acabar con todo, como dijo Kurt: no se a donde voy,  pero si sé que aquí no quiero estar. Nada lo podía definir mejor, "aquí no quiero estar".

Will no tenía esperanzas de absolutamente nada. En sus momentos de soledad su mente no dejaba de pensar y sr preguntaba a si mismo una y otra vez si habría algo después de esto. Era ateo y lo dudaba,  esa creencia de que tras la muerte hay algo más no era más que la negación de la mente humano, el no admitir que tras la muerte no hay nada, nuestra mente se empeña en creer que tras esta vida no se puede acabar todo. La capacidad de raciocinio y la negación de la muerte como el fin es lo que nos hace creer en dioses, el más allá y demás patrañas, pensaba Will, o acaso los perros creen que habrá algo después,  pues no, además los perros supuestamente no piensan ni razonan, no?, se repetía a si mismo. Era así como al sentía, como un perro. Pero hoy acabaría todo, nevaba,  la nieve comenzaba a cuajar y dejar una bonita estampa blanca; era un buen día para morir...la blanca nieve, pureza, limpieza...limpieza de ese alma volátil que Will creía que no iba a ir a ningún lugar ni dimensión ni nada por el estilo tras su muerte.

Entró en la nave industrial y cogió una cuerda con la que hizo un nudo corredero, se lo pasó alrededor del cuello , el  extremo de la cuerda lo ato a una barandilla   se ajustó bien la soga, no podía fallar. Colocándose en en borde miro hacia abajo. La altura era buena desde el piso destinado a la oficina. El tirón de la soga partiría su cuello, sería rápido....pero....y si el cuello no partía?.  Moriría asfixiado, eso sería lento y agónico,  comenzó a sudar de manera copiosa, sus manos estaban empapadas, sintió mareos, ganas de vomitar, sus piernas comenzaron a temblar, estaba aterrorizado.  No podía hacerlo.  Eres un maldito cobarde,  pensó Will.

Transcurrieron los días igual quesiempre, con aquella tediosa rutina. Sin ninguna esperanza en el horizonte a corto y medio plazo. Cada día le parecía igual que el anterior y el mañana sería igual que hoy y que ayer. Inmerso en un bucle din salida, una puerta giratoria que le llevaba constantemente al mismo sitio, sin avanzar ni progresar, un bucle que el mismo había generado.

Un día decidió salir por la noche.  Dar una vuelta, ver si existía algo que mereciera la pena para seguir adelante. Tomaría una copa, solo una y quizá,  con suerte entablar conversación con alguien y así poder sociabilizar un poco. Eso le vendría bien.  En uno de esos cutres garitos nocturnos conoció a Lilian,  más bien fue ella quien lo conoció a él.  Era una chica atractiva   morena de ojos verdes y con un corte de pelo un tanto atrevido y un bonito físico.  Charlamos de manera amena y cerveza tras cerveza durante largo rato, la química hizo el resto. 

Transcurrieron los días y Will cada vez estaba más convencido de que la razón para vivir estaba a su lado.  Ella quedaba con el todos los días tras el trabajo. Comenzaba de nuevo a sentir algo que perdió hace mucho tiempo, la ilusión por vivir, por sentir, por soñar. En sus profundos y casi hipnóticos pensamientos saliendo del pabellón industrial imaginaba una vida junto a Lilian,  una pequeña casa, las vacaciones junto a ella en cualquier lugar que ella eligiera, despertar y verla a su lado,  susurrar un te quiero mientras duerme,  hijos...cruzó ensimismado la carretera.

Sus pensamientos se bloquearon en seco,  el maravilloso sueño que su enamorado ser estaba elaborando se derrumbó en apenas un oar de segundos. Se sentía ligero, volátil,  tenía una extraña sensación de bienestar.Miró sus manos, parecían diferentes,  emitían una leve luz que le resultaba reconfortante.

Que tontería era todo aquello!!!!,  su mente le estaba jugando una mala pasada, seguramente fruto del cansancio acumulado.       Se encontraba al otro lado de la carretera ,  alzó la vista la cabeza  ,  el espectáculo era dantesco. A aquel tipo lo había reventado un camión, estaba completamente destrozado, la calzada teñida de la sangre del desafortunado,  estaba irreconocible, su cabeza triturada contra el oscuro asfalto,  aquel cuerpo era un guiñapo. Un muñeco de trapo desgarrado por alguna bestia....pero....esa chaqueta, esa chaqueta se parecía mucho a la suya,  y...esa zapatilla que aún se distinguía entre el amasijo de carne, observó su viejo Zippo en el borde de la carretera con la tapa arrancada...que estaba pasando???.  Miro hacia arriba y vio luces. Muchas luces. Luces como la que sus manos emitían. Eran diminutos puntitos, lejanos.  Dos de aquellas luces se acercaron a él en un abrir y cerrar de ojos, asieron sus brazos con sus manos luminosas y le susurrararon al oído con voz dulce, mientras pudo distinguir a Lilian llorar desconsoladamente....   

        - Ven Will, ya estas entre nosotros, tu duda esta resuelta, ven Will,  ven.


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