Sospecha Confirmada.
Por Juanca
Enviado el 27/08/2015, clasificado en Adultos / eróticos
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Hubiese querido poder metamorfosearme en mosca (con garantía de regreso a mi condición original de humano, varón y cornudo.) siguiendo a todas partes a mi esposa para constatar – y eventualmente presenciar - si “fifa” con algún amante cuando yo no estoy.
Comencé a sospechar que mi esposa, Florencia, andaba en relaciones tramposas, por una serie de indicios, reveladores, que no viene al caso detallar aquí. No aportan al relato.
Me propuse disipar o confirmar las dudas.
Obvio que lo de la mosca espía era imposible, por lo tanto opté por grabar video de una cámara IP Wifi (inalámbrica y escondida en el dormitorio), con detección de movimiento, en el disco duro de mi PC. Lógico que no podía abarcar todos los posibles lugares donde ella podía llevar a cabo sus, eventuales, enredos carnales (moteles, otras viviendas, automóviles, etc….) pero imaginé que con nuestro dormitorio tenía una buena probabilidad de “pescarla en flagrante”. Ya pensaría en otra estrategia si el ardid no arrojaba resultados decisivos. No estaba mal encaminado. En secreto, dejé todo dispuesto, antes de un viaje de trabajo que me alejaba por unos de días de la ciudad.
A mi regreso la primera grabación me confirmó, con creces, lo que suponía. Los eventos (cogidas) posteriores que tengo grabadas son más de lo mismo.
El amante de mi esposa tiene, además de muy buena presencia, un cuerpo musculoso (que vuelve locas las mujeres) y un miembro de buenas dimensiones (aunque nada para el asombro, mi cipote no pierde por mucho en la comparación, más bien empata.)
Florencia es una hermosa mujer, por donde se la mire: rostro, cabello, estatura, cintura, seno, culo y piernas.
Ninguno de los dos, cuando se trenzan, se priva de nada y lo bien que hacen: lo disfrutan al máximo. Como dice el saber popular, sólo se vive una vez.
Ella le da prolongadas mamadas de antología, le pasa la lengua en todas direcciones, en círculo y a lo largo (ahí va incluida una incursión en los huevos). Es evidente que ella goza y, para el tipo, constituye un placer sexual único, indescriptible.
No puedo asegurar cuan hábil pueda ser el hombre, con su buen garrote dentro de la concha o el culo de Florencia, ya que es ella quien juega con él. A juzgar por las contorsiones, contracciones, meneos de pelvis y demás movimientos de su cuerpo, acompañados de todo tipo de exteriorizaciones sonoras y verbales de placer, ella se siente muyyyy bien atendida.
Por momentos el tipo toma el control, en particular cuando le come, lamiendo, la concha – es risueño verlo emerger de entre las dos piernas, con la cara embadurnada de flujos vaginales de Florencia - o la tiene enculada en posición perrito, la toma del cabello y la embiste de modo impiadoso.
Ella le grita, no sólo a él, al vecindario lo complacida que está.
Pero son intervalos más bien breves. En la mayor parte de los polvazos que se regalan, es ella la que se coge a él.
Cuando el amante se marcha, mi mujer queda extasiada, en la cama dejando que se le aplaque la calentura.
Estimo que muchas lectoras y numerosos lectores estarán, perplejos, pensando que soy un amoral ya que a pesar de haber descubierto que mi esposa me engaña, la sigo grabando mientras lo hace y, en diferido, contemplo cada detalle de cómo se empacha con una verga ajena.
Tal vez lo sea.
Pensé en enrostrarle a Florencia su indecencia pero, ya la primera vez que asistí a lo registrado, pudo más la excitación que la indignación. Me sobrevino una erección descomunal y unas feroces ganas de “empomarla”.
Tuve que esperar a la noche. Cogimos como hacía tiempo no sucedía. Ella se entregó incondicionalmente y ardientemente. Parecía que venía, no de un par de días de coger desaforadamente con su amante, sino de un período prolongado de abstinencia.
Por ahora, sigo postergando el echarle en cara su falta de lealtad.
Porque:
1- Es increíble el placer que me da experimentar las gratas, suaves, intensas y extremas emociones al cogerla, con el morbo de sentirla arrebatada, con los sentidos cautivados por mi verga entre sus piernas, tanto o más que por el garrote de su gimnasta amigo.
Obvio que puedo asegurar esto último respaldado por las grabaciones, de mis turnos de clavar el cipote, en mi cama, y revivirlos después, en la pantalla.
2 - Yo no soy un dechado de fidelidad, ni de cerca.
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