Fue sólo un momento. En la lejanía, pudo ver un destello. Era un atardecer que parecía no querer dar paso a la ceremonia que irradia la luna. Leía sus páginas favoritas del libro “Hojas de hierba”, que tantas madrugadas atrapaba su imaginación, pero en esta ocasión era inevitable dejarse llevar en medio de una multitud y dar rienda suelta a su mirada que jugaba con las nubes, en un cielo tocado por tonos morados y azules. Fue sólo un momento. Mientras sus manos anhelaban encontrar la paz en su sonrisa, justo en esas arrugas que la piel dibujaba en ella. En este presente, preñado del otoño de la vida, el ir y venir de las personas a su alrededor le hacía mascar su única verdad; nunca quiso quedarse atrás, desaparecer. Aunque tan sólo fuese un momento.
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